No hablaré de la discusión sobre el buen o mal uso de la palabra “puto” en los coros del estadio, sino más bien de la trascendencia que veo en el comportamiento mexicano a raíz de la anulación de dos goles a Giovani dos Santos.

 

Retomo la frase de Arne Aus den Ruthen, ex delegado en Miguel Hidalgo, “Somos un país de chillones”. Nos encanta pretextar en la acción de un tercero nuestros fracasos. Él, como director que fue de un laboratorio, impuso una regla: se vale admitir un error, pero no se vale justificar el error en la acción u omisión de un tercero. Como consecuencia de su regla de oro, dos directivos fueron removidos, pero logró la máxima productividad de la empresa. Prohibido chillar.

 

Las ilusiones mundialistas existen en mi memoria al menos desde 1986. Los pretextos para no ser campeones del mundo incluyen cachirules, malos arbitrajes, ex campeones del mundo en octavos de final, pero también fiestas anticipadas de los jugadores. El pretexto más grave es de todos los que no jugamos en la Selección: las esperanzas nacionales se fijan en un equipo, porque así podemos confiar en un tercero nuestros éxitos y fracasos.

 

La peor selección en eliminatorias mundialistas, la mejor en fase de grupos, pero al fin de cuentas la esperanza de un país sobre un equipo. Lo más destacado es que la Selección tuvo en su primer partido en Brasil 2014, contra Camerún, el mejor pretexto para no dar resultados: el árbitro anulando dos goles “legítimos” al mismo jugador. Puto árbitro, por su culpa Banco de México recortó las estimaciones de crecimiento económico.

 

Lo valioso de la participación de la Selección Mexicana en Brasil no es la renovación del sueño de cada cuatro años, de imaginar que la Copa venga a México, sino frente a la actuación de un tercero, no hubo un pretexto sino un resultado. En previsión de que el arbitraje pudiera ser fatal, México anotó un tercer gol legítimo y el único legal a Camerún; en previsión de un penal no marcado, México sometió con tres goles a Croacia.

 

Si pudiéramos llevar el ejemplo de la selección a la vida diaria nacional, ya no cabrían devaluaciones, fobaproas, recortes, expropiaciones, robo de elecciones, corrupción, o que los gringos nos robaron medio territorio. Seguramente la realidad nacional ofrece muchas circunstancias para decir por qué no se puede lograr algo, pero el verdadero mérito personal y nacional es estar listos para que a pesar de ello alcancemos nuestras metas.

 

El triunfo sobre Camerún no es el único ejemplo en los tiempos recientes en donde unos se sobreponen a una realidad. Andrés Manuel López Obrador no abandonó su lucha con el desafuero, sino que la potenció; sin embargo, al final su campaña fracasó en medio de denuncias, justificadas e injustificadas, de fraude electoral, habiendo pecado de soberbia en el camino.

 

En análisis del riesgo existe una medida llamada “Valor en Riesgo” (o Value at Risk), en donde se estiman todos los riesgos previsibles así como la probabilidad de que ocurran. Con una adecuada gestión del riesgo no tendría por qué haber sorpresas. Pareciera ser sólo un tema financiero, pero igual puede aplicar en contingencias meteorológicas (en vez de que el presidente salga a culpar a la luna llena de una inundación en Tabasco), sísmicas, de seguridad, legales, entre muchos otros casos.

 

Lo encomiable de Miguel Herrera es que en su “Value at Risk” ya había comprado un seguro contra dos anulaciones en un partido. ¿Podemos hacer lo mismo afuera de la ilusión cuadrienal del futbol? Si no es así, no hay problema, no faltará a quien culpar. Por lo pronto, hoy todos lo decimos, No era penal.