Escribo esta columna desde México DF. He venido unas semanas a trabajar y a disfrutar, que al fin y al cabo de eso se trata la vida: de disfrutar este privilegiado paseo. Quién conoce México sabe de la costumbre por comidas que se alargan hasta la noche, con sabrosas platicas y encuentros casuales, donde se habla de la vida, de proyectos y de sueños. “México es un país generoso que da mucho”. Compartí mi intenso pensamiento con un grupo de amigos españoles, con los que almorcé el sábado pasado. Muchos residen en México D.F desde hace una década, ahora en calidad de expatriados “locales” que los expatriados “de luxe”, están en proceso de extinción. “México da mucho pero nosotros también damos mucho”, me respondió acertado un amigo. “Uno da cuando recibe y recibe cuando da, no lo olvides”, señaló.

 

apegos y desapegosMe encantó su respuesta y la reflexión que provocó en mi. Dar y recibir es un constante feedback entre personas, y entre personas y países. Hay una cita que reza: “Todas las cosas que salen de ti, regresan a ti, así que no es necesario preocuparse por lo que vas a recibir, mejor preocúpate de lo que vas a dar”. A veces como extranjera he sentido que México puede ser rencoroso, porque te demanda toda su atención y sino se la das, se puede poner celoso. Ahora que conozco este país entiendo su porqué, México no se enfada sino que se duele y el dolor va unido al corazón, de ahí viene su rencor. Sin embargo en un instante en que siente de nuevo tu abrazo, es capaz de dejar en el olvido sus penas para regalarte de nuevo el más grande de los apapachos.

 

Pero no crean que solo alabo el país en el que ahora me encuentro, puedo ponerme muy intensa –y hasta vehemente- cuando presumo orgullosa las maravillas geográficas de mi país y comparto pensamiento -hasta con los tópicos-, que dicen que España es uno de los mejores países para disfrutar de la vida. Así lo creo también.

 

Esta semana que imparto en México el Taller: “Cómo ser periodista freelance y no morir en el intento”, se presentó una chica argentina con un tímido: “Yo soy nómada”. Un instante de silencio y después, creo que a todos nos entraron ganas de ir rápidamente al diccionario y buscar la palabra nómada: “Que va de un lugar a otro, sin establecer una residencia fija (RAE)”. Esta chica a sus 27 años ha vivido en 20 países y es políglota: habla 6 idiomas. No sabía como definirse y tampoco sabía como explotar su condición de cosmopolita de nacimiento.

 

Me resultó inspirador su estilo de vida, por el mensaje que encierra y por ese desapego que imagino debe sentir a los lugares, que seguro ama pero no los necesita para ser feliz. La apertura a la vida y sus múltiples posibilidades serían imposibles si nos apegáramos. El apego es esa cuerda invisible que creamos por supervivencia, en ocasiones desde la infancia y que a veces te impide alzar el vuelo. Ahora comienzo a entender de que va esto que se llama vida: Va de apegarse a las enseñanzas y a veces ni eso, porque en esta volatilidad de la vida, lo que hoy aprendiste, mañana habrás de aprender una nueva lección.

 

Las personas más felices que conozco guardan un enorme secreto: el desapego. Puedo contarlas con los dedos de una mano, pero existen. Al cierre de esta columna, salgo de una reunión con un conocido periodista español quién me cuenta entusiasmado: “En España tenía un gran pasado que todo el mundo me recordaba, pero aquí vivo mi presente y tengo un gran futuro. En México he rejuvenecido”. Creo que el tema de esta columna me acaba de inspirar un reportaje a hacer en profundidad: “De apegos y desapegos”.