El danzón es un baile de salón proveniente de la contradanza francesa (ésta, a su vez, proveniente de la danza inglesa llamada danza del campo) que nació en Matanzas, Cuba.

 

Sobre el año 1791 se gestó en Haití una revolución de esclavos de los centros azucareros contra los mayorales y patrones franceses que los explotaban y vejaban. Muchos de éstos emigraron hacia Cuba, entrando por la provincia de Oriente y llevaron consigo idioma, costumbres y manifestaciones artísticas.

 

El primer danzón conocido, titulado “A las alturas de Simpson” (hace referencia a un barrio de la ciudad natal de su autor), fue escuchado por primera vez el 1 de enero de 1879 en el Liceo de Matanzas. Lo interpretaba una orquesta típica de viento, que contaba con cornetín, trombón de pistones, figle, dos clarinetes, dos violines, contrabajo, timbales y güiro. Dicha orquesta estaba dirigida por Miguel Faílde, quien era el autor del danzón.

 

Es un baile cadencioso, elegante en sus pasos y tiene como característica muy particular el que -de acuerdo con el medio ambiente donde se practica, y por su prolongado desarrollo musical- durante cada estribillo después del primer tema, descansan los bailadores mientras la mujer se abanica la cara, y galanteando entre ambos mientras esperan el segundo tema.

 

El nombre danzón proviene del aumentativo de danza. Siendo cada pieza más larga que la de cualquier otro género y debido a las pesadas vestimentas, las mujeres comenzaban a sentirse mal al grado de desmayarse; fue entonces cuando se le adicionó al danzón una parte musical denominada “estribillo”, la cual era usada para descansar, así las parejas paseaban mientras las mujeres se abanicaban esperando el término del estribillo para comenzar a bailar nuevamente.

 

El estribillo está compuesto por dos frases musicales, cada una de cuatro compases, repitiéndose y formando un total de 16 compases; el danzón entonces quedó dividido en dos partes, primera y segunda melodía, separadas por un estribillo doble.

 

Este tipo de baile comenzó a decaer al tiempo que en los montes y los barrios más bajos comenzaba a surgir un nuevo ritmo, alegre y contagioso, el son cubano, que poco a poco comenzó a extenderse al grado de que las personas de la más alta sociedad comenzaron a gustar de él. Pero, ¿cómo podría una persona de la clase más alta bailar el ritmo proveniente del bajo mundo? Fue entonces cuando en 1910 el compositor, director y clarinetista José Urfé revolucionó el danzón al insertar en su parte final el montuno, extraído del son cubano, naciendo así el primer danzón con dos melodías y un montuno llamado “el bombín de barretos”.

 

Es aquí donde nace el floreo, siendo éste el momento más alegre del danzón en el que se comienzan a dar giros a la pareja con el afán de adornar el baile y de hacer lucir a la mujer en su máximo esplendor, cabe mencionar que esta característica es exclusiva del danzón clásico, ya que difiere con el estilo de danzón interpretado por los llamados pachucos, en el cual quien se luce es el hombre.

 

Existe también el danzón cantando, llamado danzonete, creado en 1929 por Aniceto Díaz, quien fusionó elementos tomados del son y del danzón y creó un nuevo estilo. El primer danzonete fue “Rompiendo la Rutina”, cuyo título era, por cierto, muy sugestivo e irónico dentro del contexto socio-musical de esa década.

 

El danzón llegó a México por Veracruz y la península de Yucatán. Tan pronto las partituras llegaron al puerto de Veracruz a través de los barcos mercantes, empezaron a formarse danzoneras que ejecutaban el danzón con un muy peculiar estilo veracruzano. Entre las danzoneras que empezaron a destacar podemos nombrar a la de Severiano y Albertico, a la de los Chinos Ramírez, la Danzonera Pazos y la Banda de Marina del Puerto, dirigida por Camerino Vásquez y Luis Cardona Rojas, quienes instauraron la costumbre de tocar danzón en el zócalo dos veces por semana, costumbre que se volvió tradición y se conserva hasta nuestros días.

 

De Veracruz el danzón emigró a la Ciudad de México, donde ha evolucionado a lo largo de los años, manteniéndose vigente y en el gusto popular, alimentando la historia cultural de México con salones como el Salón México, o los ya tradicionales Salón Colonia, Los Ángeles o el California.

 

El Salón México es, sin lugar a dudas, uno de los lugares más característicos y conocidos dentro de la historia del danzón. Abrió sus puertas el 20 de abril de 1920, tenía una sala de espejos y tres pistas de baile cada una clasificada según la clase social de quienes la utilizaban: mantequilla (la clase social más alta), manteca (la clase media) y cebo (la clase más baja).

 

Otro lugar importante en la historia del danzón es el Barrio La Guaca, lugar en donde surgió el dicho popular: “el buen danzón se baila sobre un ladrillo”, frase que se dio debido a los concursos de danzón en los cuales la pareja ganadora recibía como premio un corte de tela para la mujer, con el cual ella confeccionaba un vestido para estrenar la próxima vez que saliera a bailar, y para el caballero un cajón de cerveza sobre el cual la pareja ganadora, después de terminar con la mencionada bebida, volteaba el cajón de 60 x 60 y bailaba un danzón demostrando así que eran los mejores y alardeando de su triunfo.