BERLÍN. La pregunta ya no se dirige a lo que pudo hacer la compañía Germanwings para evitar la entrada al avión que cubría el vuelo Barcelona-Düsseldorf del pasado martes a Andreas Lubitz, sino cuántos perfiles de pilotos se encuentran en este momento en el aire.

 

Según el diario Bild el copiloto estaba siendo tratado por un posible desprendimiento de retina, del que se desconoce, agrega el diario, si tiene origen orgánico o psicosomático. En todo caso, con este problema probablemente no pasaría el próximo control médico de junio.

 

La Fiscalía de Düsseldorf informó el viernes del hallazgo durante el registro de la vivienda de Lubitz y de la de sus padres de “bajas médicas, actuales e incluso vigente para el día de los hechos, hechas pedazos”, lo cual permite concluir que el copiloto ocultó la enfermedad a Germanwings, filial de Lufthansa.

 

El Bild agrega que los agentes encontraron además en su vivienda de Düsseldorf recetas de psicofármacos para tratar trastornos bipolares, así como gran cantidad de somníferos.

 

La misma publicación informa, además, que la pareja del copiloto, profesora de inglés y matemáticas, estaba supuestamente embarazada y que así se lo comunicó hace unas semanas a sus alumnos.

 

Según el semanario Der Spiegel, la pareja, que al parecer se conoció cuando Lubitz tenía 18 años y poco después comenzó a salir, tenía previsto incluso casarse.

 

También el Bild reproduce parte de la conversación entre el capitán del avión, Patrick Sondenheimer, y Lubitz, minutos antes de que el copiloto presuntamente estrellara el avión de forma deliberada, y que quedó registrada en una de las cajas negras encontradas.

 

“¡Por el amor de Dios, abre la puerta!”, gritó el capitán, y nuevamente algo más tarde “¡Abre la maldita puerta!”, lo que permite concluir, según el diario, que el copiloto cerró por dentro la cabina el piloto fue al baño.

 

Asimismo se oye un fuerte golpe, como si alguien intentara derribar de una patada la puerta de la cabina, y algo más tarde “ruidos metálicos fuertes” contra esa misma puerta.

 

Todavía a unos cuatro mil metros de altura, se oye la respiración del copiloto, que no dice nada.

 

La grabación registró también la conversación previa entre piloto y copiloto, en el que Sondenheimer le explicaba que no había tenido tiempo de ir al baño, a lo que Lubitz le ofreció asumir el mando del aparato en cualquier momento.