Les tengo una noticia buena y otra mala. La buena es que estuvieron de visita en nuestra ciudad los alcaldes de muchas partes del mundo; la mala… ¡es la misma!: vinieron los alcaldes.

 

Oigan, desde aquí quiero pedir, a nombre de todos los habitantes de la capital, una disculpa a los visitantes porque la CDMX está hecha un asco. Dios mío, ¡qué tiradero tenemos!, para donde voltees.

 

Por favor que me expliquen por qué fuimos elegidos para ser sede de la Cumbre C40. Es como cuando te invitan a una casa y encuentras los calzones del anfitrión tirados en la sala. ¡No estamos listos!

 

Me imagino a Mancera distrayendo a las alcaldesas de Sidney, París y Ciudad del Cabo, y a los ediles de Copenhague, Milán, Río de Janeiro, Ammán y Hong Kong, para que no se dieran cuenta del mugrero. Qué pena. Trágame tierra.

 

Que Anne Hidalgo se asomaba para admirar el entorno y Mancera brincaba: “Oye, ¿y qué me cuentas? ¿Voulez vous coucher avec moi ce soir?”

 

Los líderes se reunieron para salvarnos de la muerte, porque dicen que con el cambio climático muy pronto todos explotaremos por el efecto invernadero. O que caeremos calcinados como chicharrones por las nuevas olas de calor.

 

Seguro transportaron a los invitados mundiales en automóviles con calcomanías de bellos paisajes en las ventanas para que no vieran a los asaltantes y, sobre todo, las obras viales en todas las esquinas.

 

Sé que no soy una experta en planeación urbanística y por eso pregunto, con profunda humildad: ¿es neta que lo mejor es hacer todas la obras al mismo tiempo? He consultado con diversos científicos y todos coinciden en que siempre es preferible terminar una parte y luego seguir con la otra.

 

En la delegación que habito, la Cuauhtémoc, todo está destruido. Parece Siria. Hagan de cuenta que nos bombardearon: hoyos, muertos, excavaciones para el drenaje, repavimentación del parque, calles levantadas para meter cableado, banquetas llenas de material de construcción, cascajo, basura, cintas amarillas de “precaución” y todas las calles cerradas al mismo tiempo.

 

Lo bonito es que en ésta época del año todo se cubre de hojas secas que nadie barre y así la porquería se funde y/o confunde con el otoño.

 

¡Es imposible circular de manera terrestre! Por eso, acabo de inscribirme a un curso para escalar por las paredes –como Spiderman–, caminar sobre los cables –como cirquera– y dominar el parkour, que es un moderno sistema para saltar bardas y brincar obstáculos.

 

El otro día pasé por una calle de la Condesa que parece la peor zona de Nueva Delhi y les pregunté a los obreros: “¿Qué están haciendo?” Y me contestaron a coro: “¡No sé!”, con las pupilas dilatadas. Así que lo único que me quedó claro es que a la ciudad se la está cargando el diablo y que alguien está drogado.

 

O los albañiles, o el ingeniero, o el delegado o el alcalde o ¡todos! O como te explicas que hagan hoyos a lo loco, sin ton ni son. Y ya no les quiero decir la cara de psicópata del que maneja la excavadora. Igualito a Jack Nicholson en El resplandor, pero arriba de un Caterpillar.