Les he contado que Enrique Peña Nieto era mi vecino, pero debo ser honesta y decir que no fue malo ni lo padecimos tanto a nivel micro como macro. O sea, nos fue mejor con él en la cuadra que en Los Pinos. No pasaba de que las escoltas hicieran algún sainete vehicular. Quizá no se podía circular tan fluido, pero gracias a él desapareció la banda de asaltantes colombianos que azotaban la zona. Como quien dice: unas por otras.

 

Luego, EPN y yo teníamos unas vecinas internacionales de moral relajada, concretamente eran prostitutas italianas, que también se fueron -con todo y senos bronceados y turgentes- pero no podría jurar si fue por gusto o las treparon a la patrulla. De pronto, un buen día, ya no estaban.

 

En nuestra manzana todo era folclor y música: cuando no tocaban los de la marimba, gritaba el de las cortinas. Pero, en general, había pocas desgracias qué reportar hasta que un día salimos en el noticiero de Loret de Mola porque se incendió un penthhouse vecino. Fuimos noticia porque una viejita del quinto piso no quería bajar y todos le gritábamos “salta, salta”, mientras los bomberos se daban vuelo con las mangueras. Fue una imagen preciosa.

 

La verdad, en la lotería vecinal te puede tocar cualquier cosa y es raro llevarse bien. El que no hace ruido tiene un perro cagón y ruidoso o se estaciona mal. ¡Todo fuera como eso!
Mi madre tiene un vecino terrible. Yo diría que es el vecino maldito.
Entre otras cosas dignas de varios años de cárcel, es pirómano. Así que ella duerme vestida, siempre alerta, con el extinguidor de fuego junto a la cama y el teléfono de la policía por cualquier eventualidad y/o emergencia. La historia suena hasta chistosa, pero en la realidad es un caso peligroso.

 

Cuando mi madre me contaba sus penas vecinales, al principio le sugería que hiciera amistad con el malviviente, pero no funcionó la técnica de buena voluntad. Ahora -ya saben que soy de malas ideas- le recomendé un sistema de resultados permanentes que consiste en borrarlo del mapa. Siempre le pregunto: “¿Y si lo desaparecemos?”, pero luego busco en la agenda y no tengo a ningún matón entre los contactos. Qué lástima, porque es mucho más fácil imaginar un crimen hermoso, limpio y perfecto que buscar justicia oficial.

 

Obviamente lo han denunciado mil veces, pero el muy suertudo tiene un ángel guardián que lo protege. Así que los vecinos ya se resignaron y aprendieron a estar al filo de la navaja, conviviendo con el diablo.

 

¿Ustedes han tenido un vecino maligno? Para los que contestaron que sí, me alegro porque significa que ya están acostumbrados a malvivir y están entrenados para lo que se avecina. Y para los que respondieron que no y todo ha sido miel sobre hojuelas, les aviso que muy pronto sentirán lo mismo que mi santa madre. Es más, faltan exactamente tres días. Señoras y señores, agárrense porque ahí viene el Presidente Donald Trump, nuestro vecino maldito por los próximos cuatro años. Ahora sí, a vivir con el extinguidor junto a la cama y el Jesús en la boca.