Mientras veía la entrega del Oscar supercontenta, Trump aguantaba insultos por dejar plantados a los corresponsales de la Casa Blanca y Andrés Manuel López Obrador ninguneaba a Margarita Zavala. Por eso me gusta el cine y sus premios, porque ahí todo es alegría. Bueno, más o menos. ¿Vieron la ceremonia?

 

 

Me encantó ver a Gael García Bernal como presentador, pero cuando se pronunció contra el muro sólo dos personas se pusieron de pie. O sea, ¿los demás apoyan la muralla o les dio flojera pararse? ¿O no entendieron el inglés de Gael? Para los que no escucharon el mensaje, dijo: “Como mexicano, latinoamericano, trabajador, inmigrante y ser humano, estoy en contra de cualquier muro que nos quiera separar”. Ah, pero se desbarataron en aplausos cuando Michael J. Fox se bajó del DeLorean y con Meryl Streep por la zarandeada que le puso Mr. Donald. Qué cabrones son los famosos.

 
Qué coraje, pero la verdad, en cuanto vi a Salma Hayek recobré el buen humor. No estaba tan guapa –no me pregunten por qué, pero cuando va a los premios casi siempre se equivoca de peinado– y traía un vestido que parecía baby doll del lejano oeste, pero qué gusto verla siempre tan desenvuelta en Hollywood.

 

 
Por cierto, ¿vieron Lion? es la película del niño de la India que se pierde. ¡Uf, la criatura es una joya! Si no la han visto, se las recomiendo, pero cuando vayan tienen que pedir boletos para Un camino a casa, que así la bautizaron en México.

 

 
A media entrega de los premios, supe que Agustín Carstens soltó que en febrero la inflación estuvo fuerte, pero pensé: “ya veremos qué hacemos. ¡Ahorita no me molesten que estoy viendo a Javier Bardem! Y primero lo primero. Además, es fin de semana y estoy gozando en la tele a puras personas felices. Ya veré cómo termino el mes o si el mes termina conmigo”.

 

 
El fotógrafo mexicano Rodrigo Prieto estaba nominado por la película Silence y no ganó. Qué mala onda. Su trabajo era buenísimo en la historia de los sacerdotes jesuitas que se van a Japón a rescatar a su mentor y les pasa de todo. Veía las imágenes de la cinta que dirigió Martin Scorsese y pensaba que al pobre Andrew Garfield –el actor protagonista– la única tragedia que le faltó vivir fue pasar por la Condesa y que lo asaltaran.

 

 
Yo digo que en vez de hacer tantas películas del espacio o de negritos que sufren, podrían dedicar una tanda de producciones a la Condesa, donde la semana pasada atracaron a cuatro amigos (de por si tengo pocos)… Se me ocurre que pueden hacer varios guiones de violencia, películas de asesinatos y cosas así. Y el próximo año en la entrega del Oscar verían nuestras tragedias ciudadanas en todo el mundo y tal vez así las autoridades se aplicarían. O no. Pero sería bonito ver nuestra vida en la pantalla grande. George Clooney podría salir en el papel de Mancera, por ejemplo.

 
¡No se enojen! Es broma, es broma. Igual de chistosa que Warren Beatty, que por no avisar a tiempo casi dejan sin premio a Moonlight. Moraleja: si ves que algo anda mal, no te quedes callado. Grita.