No los quiero asustar, pero hoy agregué un nuevo temor a mi lista, porque han de saber que tengo algunos miedos en mi andar por la Ciudad de México.

 

Me asusta chocar contra otro auto, que me asalten, que me atropellen, que se metan a mi casa, estar en medio de una balacera, que se roben mi coche actual –porque le tengo cariño–, que me maten, que me violen, que tiemble, que se caiga el edificio, que explote o se incendie, atropellar a un ciclista y/o motociclista, que se estrelle un avión en la noche contra mi ventana (es que pasan muy bajito, según mis cálculos matemáticos infalibles), etcétera.

 

Mi nuevo terror es que me roben el celular mientras paseo. Oigan, ése que era uno de los pocos placeres que quedaban, ir por la calle tan tranquila, con la oreja planchada por el teléfono, enterándote de los últimos acontecimientos o escuchando cosas obscenas sin mirar por dónde pisas. Todo eso, tan bonito, me lo han arrebatado.

 

Es que acabo de ver un video sobre la nueva modalidad de asalto al transeúnte: mientras la víctima va distraída hablando feliz, un grupito la rodea y le quita el celular. Pero no crean que así de fácil, hay una coreografía: los malechores van en equipo de seis (¡ qué montoneros! ) que se colocan dos adelante, dos a los lados y dos atrás, en una perfecta formación diamante.

 

Tú no te das cuenta porque vas ensimismado en la llamada y es ahí cuando los de atrás actúan, uno te arrebata el celular y otro te da un manazo-empujón para sacarte de onda. Cuando volteas, otro te dice “se fue para allá” y señala en dirección falsa, los otros cuatro ponen cara de testigos consternados y le siguen la corriente.

 

Cuando tú vas a perseguirlo hacia el Sur, ellos escapan tan a gusto para el Norte.

 

Ah, qué buenos somos los mexicanos para organizarnos y trabajar en grupo. Y yo destacaría que ¡la maldad une mucho! Se nota que hay buena comunicación entre los rateros, pues se entienden con la mirada. ¡Delincuentes uniendo sus talentos!

 

Me hubieran visto este fin de semana en la calle, parecía Karate kid o clase de Tai-chi. Se me acercaba alguien y yo empezaba a agitar los brazos y a dar vueltas. “¿Qué te traes, qué te traes?” y veía a todos con cara de sospechosos. Estaba leyendo que en un año se incrementó en 65% el robo de teléfonos móviles en la capital.

 

A mí, personalmente, me gustaría identificar a los ladrones y reinsertarlos a la sociedad, no sé si en un puesto político o policíaco. Es que son muy rápidos, eficaces y precisos. Y además se ve que en su organización no tienen problemas de discriminación porque hay hombres, mujeres, jóvenes, viejos, morenos, rubios, altos, bajitos. La inclusión es buena, aunque sea mal manejada.

 

Con esto quiero decir que, una vez más, los malos están por encima de los buenos. Y mientras ustedes leen esta columna cerca de 10 personas habrán sido despojadas de su caro, inseparable, casi amigo y confidente, su amado smartphone. El mismo que mañana estará en el mercado negro. Así es la vida de rápida y cruel.