Si me notan un poco tensa es que hoy, como sabrán, son las elecciones presidenciales de Estados Unidos. No quiero sonar como una aguafiestas, pero tengo el mal presentimiento de que va ganar Donald Trump. Me desperté con tanta zozobra que lo primero que hice fue ir a la tlapalería a comprar una pala y un bulto de cemento por si nos ensartan y nos toca construir el muro.

 

 

Prefiero tener mis propias herramientas porque siento que así conservo un poco de dignidad (por favor, no se rían). Que viéndolo por el lado amable, sería interesante cómo nos quedaría: “Toma, güero desgreñado, ahí está tu muro”, y al primer ventarrón ¡pa’abajo! Como si lo hubieran hecho Viruta y Capulina.

 

 

Y luego acusarían a alguien de robarse millones de la construcción y a otro por tráfico de influencias porque le dio a su amigo la concesión y no sé qué. ¡Ay, sí! Ojalá que gane Donald. Sólo para ver qué pasa.

 

Por cierto, no quiero sonar racista, pero estaba viendo en el periódico una fotografía de un mitin del aspirante republicano en Hershey, Pensilvania, y da miedo. Todos con cara de locos. Más que evento de campaña parece un casting para escoger al asesino de Criminal minds.

 

 

Lo bueno es que si gana Trump todos los mojados se van a venir para acá y tendremos todo un crisol de culturas que, quieras que no, enriquece y hermana. Románticamente, tengo amigas que están deseosas de que lleguen hombres de Puerto Rico, por ejemplo, porque son muy jacarandosos. A mí me entusiasma que ahora vengan a trabajar a México los taxistas paquistaníes, porque manejan como chilangos, pero con mejor plática.

 

Supe que hoy se organizó una cadena de oración entre todos los actores latinos que han apoyado a Clinton, porque si pierde tendrán que dejar Hollywood y regresar a The rose of Guadalupe.

 

 

Qué fuerte que Donald se quedó sin amigos, ¿no? Todos lo desconocieron. Me acuerdo cuando íbamos a Nueva York y nos tomábamos fotos felices en la Torre Trump de la Quinta Avenida. Ah, qué emoción nos daba.

 

 

Personalmente lo alucino, pero no reniego de mi pasada admiración, porque uno nunca sabe cuándo las personas se van a volver locas. Te duermes con uno y amaneces con otro. Yo hay cosas que no entiendo de política, pero sé lo suficiente de psicología para saber que muchos aman a Trump porque se identifican con él. Por ejemplo, los acosadores. Deben estar felices de tener a un representante tan bien colocado. Sé que suena raro, pero hay una cantidad importante de abusadores, o sea: votos y más votos.

 

La temporada que viví en EU cada mes mandaban de la escuela de mi hijo un boletín actualizado -un cuadernillo bastante gordo, tipo directorio- con todos los datos de los ofensores sexuales de la zona (fotos, teléfono, dirección, medidas, señas). Siempre me llamó la atención porque pensaba: “Si saben dónde están y que son peligrosos, ¿por qué están sueltos?”. O vete tú a saber, tal vez era un servicio a la comunidad, un menú para mujeres desesperadas y nunca entendí.

 

¡Suerte muchachos! Verán lo que se siente.