Deporte muy extremo ese que practican quienes ningunean a Cristiano Ronaldo, quienes niegan su dimensión histórica, quienes se atreven a refutar su inconmensurable capacidad. Tan extremo, que cíclicamente caen víctimas de discutir lo indiscutible.

 

 

Como toda figura pública, CR7 puede caer bien o mal; como todo deportista, puede ser preferido o rechazado en la comparativa con otro; como todo futbolista, tiende a ser juzgado con la distorsión que la afición, el uniforme, la rivalidad, añaden a todo análisis. Sin embargo, negar su poderío sobre el césped ha pasado de resultar polémico a resultar tonto.

 

 

En el mejor de los casos, enfrentar al Atlético de Madrid suele ser visto en España como una visita al dentista; en el peor, como una visita al médico de procedimientos más incómodos, dolorosos e invasivos (decida usted cuál). Situación que no aconteció en la ida de estas semifinales de Champions. Fueron los tres goles de Cristiano en los tres escasos remates de los que dispuso, sí, pero fue también un bloque merengue que ni en el más dulce de sus sueños pensó que secaría de tal forma al vecino.

 

 

A la vuelta espera un partido con el mejor escenario posible para el Madrid (espacios para contragolpear y anotar goles de doble valor), así como con el peor para el Atlético (proponer, abrirse, asumir la iniciativa e incurrir en riesgos).

 

 

Todo eso desencadenado por el alma depredadora de quien de origen no la tenía, de quien en su etapa en Mánchester United apenas pasó de los treinta goles en una campaña, marca que en ocho años defendiendo al Real Madrid siembre ha triturado.

 

 

Revisemos sus números y olvidémonos de si desagrada el personaje, su look, su vanidad, su discurso: más de un gol por cotejo desde que en verano de 2009 aterrizó en el Bernabéu. ¿Que son goles sin importancia? Quienes dicen eso no podrán negar que en esta campaña, la más dosificada y planeada que haya tenido el portugués para no arribar quemado al cierre, sus anotaciones han caído con precisión quirúrgica en los momentos más relevantes.

 

 

Es factible que en la vuelta o eventualmente en la final, falle algún remate o no resulte definitivo. Entonces volverá la catarata de descrédito y, vaya herejía, hasta los silbidos de su propia afición. Más pronto que tarde, todos quienes practiquen tan extremo deporte, volverán a caerse.

 

 

El futbol ha visto grandes y muy interesantes transformaciones de sus dioses (por ejemplo, Franz Beckenbauer yendo hacia atrás en su posición), pero recordará pocas evoluciones tan exitosas como la mostrada este año por el de Madeira.

 

 

A menor poder y velocidad, armas intrínsecas al primer CR7, ha emergido una voraz criatura de área. La consagración del segundo yo de Cristiano ha llegado en los últimos tres partidos de esta Champions League.

 

 

En el futbol, como en la vida, la calidad no es relativa: admitir la estatura épica de este crack, no significa refutar la de Lionel Messi. Es simplemente ver lo evidente.

 

 

Twitter/albertolati

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