Había una vez un país muy próspero. Lleno de gente trabajadora. Entusiasta. Interesada en estudiar pues sabía que la preparación y la cultura eran el cimiento del éxito y tranquilidad en la vida.

 

Ese mismo país al pasar de las décadas empezó a carecer de liderazgos interesados en el desarrollo social y nacional. Empezaron a tomar las riendas de Gobierno camarillas de diversa índole encabezadas por personajes políticos megalómanos y con pronunciada proclividad al dinero.

 

Como es de suponerse, la prosperidad empezó a sucumbir. La ausencia de inteligencias excepcionales en los liderazgos empezaron a ser cada vez más nítidas por los crecientes índices de corrupción e impunidad, ingredientes esenciales para “industrializar” las actividades del crimen organizado.

 

Obviamente al pasar de los años las mafias comenzaron a tomar el control del país al punto en el que su reputación internacional quedó reducida a su mínima expresión.

 

Gobiernos de otras naciones publican periódicamente recomendaciones y alertas para quienes deben por necesidad o trabajo viajar al país en cuestión con el fin de minimizar el riesgo de ser víctima de algún delito.

 

Hoy acapara la atención una cosa que lleva por nombre Estrategia Nacional Antisecuestro, un compendio que busca coordinar acciones en 10 estados de México para eficientar la lucha contra el plagio de personas, un denigrante, aberrante delito que alcanza las 1,695 denuncias nivel nacional en el 2013, 20% más que durante el último año de presidencia de Felipe Calderón, según datos del sistema nacional de seguridad pública.

 

Más allá de los cómos y de las 10 acciones puntuales de la estrategia de marras, me parece que un esfuerzo real de lucha contra el secuestro debe contar con credibilidad para que no se quede en espuma retórica, en esa anacrónica e insultante demagogia política que promete la tierra del nunca jamás.

 

La credibilidad empezaría con encerrar en la cárcel a Ministerios Públicos, Jueces y Magistrados corruptos. Engranajes del crimen organizado encargados de vitaminizar el sistema de impunidad que ha erosionado el Estado de Derecho en México.

 

Se habla de módulos especiales de reclusión para secuestradores y ¿será también para quienes desde dentro del poder judicial o cualquier otro poder de la Federación fomente, participe o coadyuve activando mecanismos de impunidad a favor de cualquier criminal?

 

Se habla de profesionalizar bases de datos, del análisis de ellas y de las estadísticas, adopción de tecnología y de programas de capacitación a los cuerpos de combate, pero ¿qué hay sobre el castigo ejemplar a quienes desde adentro activan los mecanismos diabólicos de la impunidad?

 

¿Qué acaso antes no se analizaban las bases de datos y estadísticas? ¿No se adoptaba tecnología y no había programas de capacitación a las fuerzas policiacas? ¿Qué de verdad los sistemas de inteligencia nacional no saben nada en la era de la información?

 

Es muy loable que después de tantos años conviviendo con el lacerante problema del secuestro en el país a alguien se le ocurra diseñar una estrategia para combatir este crimen que aísla a México en un mundo más globalizado y donde cada país es más dependiente de las inversiones, comercio y del flujo de capitales internacionales.

 

México ya no necesita compendios de recomendaciones elementales presentadas como programas estratégicos. Necesita credibilidad ante los ojos del mundo y esa solo se va a conseguir poniendo en ‘el bote’ a todas las ‘manzanas podridas’ enquistadas en la nómina burocrática haciendo de la impunidad un millonario negocio a costa de todos.

 

En los ochentas y noventas el gentilicio colombiano fue sinónimo de narcotraficante una buena parte del mundo. A la luz de este sistema de engranajes que de impunidad y corrupción, en estos tiempos me estremece de solo pensar cuál es el posicionamiento del gentilicio mexicano en el planeta.

 

La sociedad civil se empieza a armar en distintos estados de la República, las clases medias empiezan a manifestar hartazgo de vivir en un Estado de Derecho ficticio, lacerado por la corrupción, las clases desfavorecidas están siendo reclutadas por los “chicos malos”… México malabarea  granadas sin seguro.