SAO PAULO. Seis ciudades brasileñas que en 28 días serán sedes de la Copa del Mundo, vivieron desde la mañana de ayer un día de manifestaciones y caos en el tránsito. San Pablo, Río de Janeiro, Belo Horizonte, Porto Alegre, Salvador y Fortaleza, tuvieron sus calles bloqueadas por los activistas que reivindicaron un “Día de lucha contra la Copa”. Con demandas diversas, lo que une a las distintas protestas es la crítica a los gastos públicos realizados con el Mundial.

 

Las protestas convocada por diversos movimientos sociales en al menos quince ciudades brasileñas y también en varias del extranjero provocó que manifestantes cercaran las principales avenidas de Sao Paulo e incendiaron llantas mientras cientos de personas gritaban consignas contra la próxima Copa del Mundo afuera del estadio Arena Corinthians uno de los estadios construidos para el evento.

 

Las protestas alteraron el tráfico y provocaron caos entre aquellos que se dirigían a su trabajo en la amplia zona metropolitana. Dos grandes sindicatos – Movimiento de los Sin Tierra y el de los Sin Techo- exigieron mejores salarios y condiciones de trabajo, en particular durante el Mundial.

 

Cientos de personas arribaron con camisetas y banderas rojas y se toparon con decenas de policías antimotines que cercaban la entrada principal al estadio Itaquerao, donde llegaron para exigir al gobierno invertir más dinero en vivienda. Alrededor de dos mil 500 personas quemaron llantas mientras gritaban consignas contra el torneo de fútbol.

 

“Nuestro objetivo es simbólico. No queremos destruir el estadio”, expresó Guilherme Boulos, dirigente del Movimiento de Trabajadores Sin Techo que se congregó muy cerca del Itaquerao, en la zona este de la ciudad de 11 millones de habitantes. “Lo que queremos es exigir más derechos a los trabajadores para que tengan acceso a la vivienda y denunciar los efectos que tiene la Copa para la población más pobre”.

 

La jornada es percibida como una prueba de la capacidad del gobierno para contener las protestas de cara al evento.

 

El año pasado las protestas masivas contra el gobierno a lo largo y ancho de Brasil eclipsaron la Copa Confederaciones, un torneo de preparación para el Mundial, cuando más de un millón de personas protestaron en las calles en una sola noche.

 

Muchas de las manifestaciones se tornaron violentas, con choques entre los manifestantes y la policía. Al menos seis personas murieron en hechos relacionados con las protestas.

 

Los brasileños están molestos por los miles de millones de dólares gastados para organizar el Mundial. Una gran parte se invirtió en 12 estadios de fútbol y los críticos sostienen que una tercera parte de esos escenarios se utilizará muy poco después del gran evento. Aquellos que han salido a las calles instan al gobierno a concentrar su gasto en mejorar los deplorables sistemas de salud, educación, seguridad e infraestructura del país.

 

Los cálculos oficiales indican que los distintos emprendimientos representaron una inyección de dinero de más de 30 mil millones de dólares y crearon más de 3 millones empleos. Pero el llamado “legado” del mega evento deportivo internacional no tendrá las dimensiones esperadas. Según los expertos, “la Copa es una fiesta que no puede ser asociada a las mejoras que demanda todo el país para seguir creciendo”. Esto es lo que perciben los ciudadanos brasileños que se movilizan.

 

Ola de saqueos en una sede del Mundial

 

BRASILIA. La ciudad de Recife, una de las sedes del Mundial de Fútbol, sufrió una ola de saqueos durante la madrugada de ayer, en medio de una huelga de policías que demandan mejores salarios y que se mantiene pese a haber sido declarada ilegal.

 

Los desórdenes en esa ciudad nororiental comenzaron prolongaron hasta la tarde ayer, con ataques de decenas de personas a comercios y camiones que transportaban alimentos, según confirmaron autoridades locales.

 

Recife, capital del estado de Pernambuco, es una de las doce sedes del Mundial de Fútbol que comenzará en junio próximo y que, en su primera fase, tiene programados en esa ciudad los partidos Costa de Marfil-Japón, Italia-Costa Rica y Estados Unidos-Alemania.

 

El gobernador de Pernambuco, João Lyra Neto, anunció se desplegaron elementos de la Fuerza Nacional, un organismo entrenado para combatir disturbios que depende del gobierno federal, a fin de garantizar el orden en las calles, ante la decisión de los policías de mantener la huelga que iniciaron el miércoles en rechazo a una propuesta de las autoridades de subir en 14% los sueldos frente al 50 % que exigen los sindicatos de policías.

 

Según medios locales, la ola de saqueos tuvo mayor intensidad en Abreu y Lima, un municipio de la periferia de Recife en el que numerosos comercios no abrieron sus puertas, ante el temor a nuevos desórdenes.

 

La tensa situación en Recife coincide con la jornada de protesta convocada para por movimientos sociales que denuncian el alto gasto público en el Mundial de Fútbol y exigen mayores inversiones en educación, salud, transporte y otras áreas sociales.

 

Ayer, la presidenta Dilma Rousseff, afirmó que Brasil es un país “de conflictos” y que debe aprender a convivir con ellos, en una aparente alusión a las protestas contra el Mundial.

 

“No negamos los conflictos, tenemos que aprender a convivir con ellos” y “no hay ninguna vergüenza en eso, pues vergonzoso sería no reconocerlos y no buscar soluciones”, declaró Rousseff durante un acto en el que sindicatos y empresas firmaron un pacto en favor del “trabajo decente” en el Mundial.

 

El documento, suscrito por dirigentes sindicales y empresariales, establece un compromiso en campañas de combate al trabajo infantil y la explotación sexual, así como en favor del respeto a las normas laborales durante la mayor cita del fútbol.

 

Rousseff hizo referencia a las dificultades que supone gobernar un país con “200 millones de habitantes” y “problemas complejos”, y subrayó los avances sociales de los últimos doce años, en los que unos 40 millones de brasileños salieron de la pobreza, según datos oficiales.

 

Como ha hecho a lo largo de los últimos meses, Rousseff declaró que el Mundial de Brasil será “la Copa de las Copas” y dijo que el país “hará un esfuerzo enorme para transmitir la inmensa energía” de su pueblo.