No se equivoquen ilusos, pareció decirles el secretario de Gobernación a millones de personas que creían que las reformas estructurales iban a traer beneficios “como por arte de magia”. Que nadie piense que a través de estas reformas y sus leyes reglamentarias (la energética y de telecomunicaciones, principalmente) que están discutiéndose en el Congreso, “habrá de transformarse el país de la noche a la mañana”, aclaró el funcionario.

 
¡Pues eso nos hubieran dicho cuando las presentaron! Exclaman quienes creyeron en los discursos oficiales y oficios donde se decían maravillas de cada una de ellas.

 
¿Qué está pasando? Preguntan los ciudadanos comunes y corrientes que creyeron que el PRI del Siglo XXI traía una varita mágica para curar los males económicos y sociales que durante las últimas tres décadas han sumido a este país en la pobreza, en el desempleo, en la inseguridad… ¿Nos volvieron a dar atole con el dedo?

 
No, no, no, lo que ocurre, apuntan los observadores objetivos e imparciales, es que el gobierno Federal está comenzando a cosechar -en forma de críticas y pérdida de popularidad- las tempestades que provocó al sembrar vientos turbulentos, hechos de interminables promesas que supuestamente “garantizaban” al país que su paquete de reformas estructurales sería como aquellas pomadas milagrosas que curan todos los males.

 
No fueron prudentes ni veraces los promotores oficiales de las reformas, que adornaron el paquete de cambios constitucionales y legales con multicolores y llamativos moñitos fabricados con algunas verdades -pocas-, medias verdades y mentiras, todo con el propósito de convencer a la sociedad de que los neopriistas del siglo XXI son la gran generación de reformistas que México estaba esperando, agregan aquellos.

 
Obsesionados por el sueño de pasar a la historia en olor de santidad política, los funcionarios públicos pretendieron que los mexicanos comulgaran -comulgáramos- con una rueda de molino, que es la dimensión real de las reformas, algo intragable. El tiempo transcurrido de este sexenio -poco más de año y medio-, se ha encargado de desmentir la engañosa publicidad que intentaba vendernos las reformas a un precio muy por arriba de su costo real.

 
Nada ni nadie pudo hacer entender a los “estrategas” de la propaganda oficial que más pronto cae un hablador que un cojo, o para decirlo de manera más digna, en palabras de Abraham Lincoln: “Es posible engañar a una parte del pueblo todo el tiempo, y es posible engañar a todo el pueblo una parte del tiempo, pero es imposible engañar a todo el pueblo todo el tiempo”, documentan los observadores.

 
El caso, el triste caso, es que el supuesto acorazado que transportaba el paquete de reformas mostró su verdadero rostro: el de un ligero e inestable velero a merced del viento. Y lo peor es que está comenzando a hacer agua.

 
Ante el lamentable panorama de las reformas -unas fallidas, otras atoradas y varias desinfladas-, la reacción oficial no se ha hecho esperar, y para muestra basta el botón de las tronantes declaraciones, que no requieren comentarios, de Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación y, por lo tanto, cabeza del gabinete presidencial:

 
“A los críticos de las reformas hay que decirles y recordarles que con lo que tenemos actualmente sólo nos alcanza, única y exclusivamente, para año tras año seguir aumentando el número de pobres, de marginación y, por supuesto, de falta de oportunidades”.

 
¿De quiénes hablaba el señor secretario? Él se encargó de trazar el perfil de los críticos al decir: “De quienes pareciera que no quieren a su país, pareciera que no conocen nuestra historia y pareciera que no conocen nuestra realidad”.

 
¡Ah, bueno!

 
AGENDA PREVIA

 
Y hablando de reformas e ilusiones, perdón, de aprobaciones, el coordinador del PRI en San Lázaro, Manlio Fabio Beltrones, dijo que la Cámara de Diputados estará lista para que el próximo martes 8 de julio, en periodo extraordinario, se vote y apruebe la minuta que le hará llegar el Senado en torno a las normas reglamentarias en materia de Telecomunicaciones. Señaló que ante la eventualidad de que se realicen cambios, ambas Cámaras permanecerán en sesión hasta la conclusión del proceso legislativo y que no ocurra como en los dos anteriores extraordinarios, en los que los senadores dejaron “colgados de la brocha a los diputados”.

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