Se sostenía desgarbado sobre dos muletas en los túneles del Estadio Rey Balduino de Bruselas. Por unos segundos, pude verlo a un par de metros, Antonio Conte apretó con dureza la quijada, buscando frenar el llanto; instantes después, alzaba la mirada y dejaba salir las más pesadas lágrimas del futbol: la del que queda fuera, por culpa de una grave lesión, del momento cumbre en un torneo importante; una barrida de George Hagi echaba de la Eurocopa 2000 a Conte, justo cuando los azzurri habían calificado a semifinales.

 
En esa Italia, la de la Eurocopa 2000, coincidían portentos como Francesco Totti, Alessandro del Piero, Paolo Maldini, Fabio Cannavaro, Alessandro Nesta. Como sea, el vector en torno al cual giraba tanto crack ofensivo y defensivo, era Conte, visualizado desde ese momento como predestinado para dirigir.

 
16 años después de ese episodio, ya como laureado entrenador en la Juventus y con un buen paso por la selección italiana, asumió el reto Premier League: en un certamen que se pretendía limitado a Pep Guardiola (City) o José Mourinho (United), si cabe con Jürgen Klopp (Liverpool) como alternativa, pocos contaban con el Chelsea que había recurrido a Conte para su banquillo.

 
Ese Chelsea que no sólo será campeón de Inglaterra, sino que lo hará con tanta facilidad como para tener hoy la mayor de las ventajas de los tres principales torneos europeos y en el certamen que presumía ser el más apretado. Para colmo, con los dos estrategas más famosos del mundo confinados acaso a pelear sólo por meterse a Europa League.

 
Un plantel muy parecido al que apenas un año atrás se asomaba peligrosamente a posiciones de descenso. Al contratarlo, los blues acertaron tanto (o casi) como en 2004, cuando detectaron en un Mourinho de 40 años de edad, a la máxima promesa de la dirección técnica.

 
Llamar promesa a Conte, está claro, sería absurdo. Como jugador no sólo se distinguió por su liderazgo y lectura del rival, capitán de una de las mejores Juventus de todos los tiempos. Como DT, devolvió a la propia Juve al máximo pedestal; en 2011 recibió a un cuadro bianconero todavía desorientado tras el descenso forzado en 2006 y de inmediato construyó un trabuco que desde entonces siempre se ha impuesto en el Calcio.

 
Cuando los grandes clubes se han cerrado cada vez más en los mismos nombres para llevar sus riendas, lo de este Chelsea es un refresco. ¿Período de adaptación al cerrado futbol inglés, a las dinámicas británicas de juego y cultura, a la única liga en la que todos pueden derrotar a todos, al sitio en el que hasta el cuadro más humilde tiene presupuesto para fichajes caros? Conte no lo requirió y apenas entrando en abril, justo tras derrotar al City, está más que encaminado al título.

 
A cada gloria, Antonio quizá recordará esa tarde triste en Bruselas. Cuando las manijas de la selección italiana le pertenecían y las tuvo que soltar. Esa misma selección a la que se atrevió a dejar tras sólo dos años de gestión, porque el mayor de los desafíos había llegado. Desafío cerca de ser conquistado.

 
Twitter/albertolati

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