Las actividades humanas, como el trasiego de barcos o la extracción de petróleo, provocan contaminación acústica en el mar, que sumada a otros tipos de contaminación, lo van debilitando: “suponen una condena para los océanos, pero también para los seres humanos”, lamenta este experto en una entrevista con Efe.

 

 

André, que obtuvo, en su última edición, el galardón de la Sociedad Geográfica Española en la categoría de ‘Investigación’, lleva desde 2015 trabajando en el proyecto “20.000 sonidos bajo el mar“, un trabajo que finalizará en 2019 y con el que persigue confeccionar un mapa de lo que se escucha en el fondo de los océanos para registrar el impacto humano en este entorno.

 

 

Este estudio, del Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas de la Universidad Politécnica de Cataluña, está enmarcado en la expedición “The Ocean Mapping Expedition”, en la que el velero suizo “Flor de la Pasión” recorre el mundo a lo largo de cuatro años y sigue los pasos del periplo de Fernando de Magallanes, del que se cumplirán 500 años en 2019.

 

 

No hay rincones sin contaminación acústica
El experto, nacido en Francia, señala que “prácticamente no hay rincones en el océano sin contaminación acústica” y esto se explica porque las propiedades de propagación del sonido en el agua hacen que viaje a una velocidad cinco veces superior a lo que lo haría en el aire, por lo que “se oye mucho más lejos y, además, se va sumando”.

 

 

No obstante, existen lugares más contaminados que otros; así, el hemisferio norte está más contaminado que el sur, y el Ártico prácticamente no recibe contaminación gracias a la capa de hielo que lo recubre, que protege esa zona de las actividades humanas.

 

 

Sin embargo, dado que se prevé que dentro de unos años la capa de hielo del Ártico puede desaparecer por completo en verano, es necesario “obtener datos ya para conocer el equilibro de los ecosistemas marinos en esta zona” y así evitar impactos negativos provocados por los sonidos emitidos por actividades humanas.

 

 

Las costas españolas no escapan a la regla y, además, André apunta que el Mediterráneo, al ser un mar más pequeño, “tiene mayor concentración de actividades y la contaminación llega a todos los rincones”.
Los sonidos en todos los mares y océanos son de frecuencias distintas, desde infrasonidos hasta los ultrasonidos, rangos que el ser humano no es capaz de oír.

 

 

Pueden ser, además, de “baja intensidad pero constantes”, como la de los barcos, y de impacto “inmediato y agudo”, que llega a ser mortal para mamíferos como los cetáceos. Los tejidos internos de sus oídos pueden reventarse: sería similar a lo que nos puede pasar a nosotros con la onda expansiva de una bomba, recalca André.
Los cetáceos son precisamente los animales más afectados por este tipo de contaminación, dado que el sonido “es vital para el desarrollo de todas sus actividades”, desde la búsqueda de presas hasta la reproducción, y por ello “todo el esfuerzo científico se ha volcado en entender su sensibilidad acústica”.

 

Foto: Cuartoscuro

 

Sin embargo, hasta ahora no hay ninguna evidencia científica que relacione de forma determinante el varamiento de cetáceos en las playas con una exposición acústica, puntualiza André.

 

 

En cuanto a los miles de invertebrados marinos que carecen de oídos, este investigador subraya que sus órganos sensoriales son los que les permiten mantener su equilibrio en el agua y que también sufren “traumas acústicos” que los desequilibran de forma irreversible.

 

 

Cocienciación social
El investigador engloba la contaminación acústica en dos grupos: la que no es necesaria, como la de los barcos, que se solucionaría con una insonorización del casco, y la que sí lo es, como la de las técnicas utilizadas para la búsqueda de petróleo o gas en los océanos, para la que todavía no hay solución.

 

 

En cualquier caso, considera que, a pesar de que ya hay avances a nivel de directivas europeas, hasta que no aumente la concienciación social sobre este problema no se podrá regular de forma constructiva. Efeverde