Las energías electromagnéticas que cubren amplias áreas de nuestras ciudades y territorios son uno de los factores por los que se están extinguiendo las abejas, animal imprescindible en la cadena de alimentación y cuya desaparición puede causar una catástrofe medioambiental.

 

El coordinador de la Plataforma Estatal contra la Contaminación Electro-Magnética, Rubén García González, explicó a EFE cuáles son las consecuencias que estas radiaciones, que ya forman redes ineludibles en la mayor parte del planeta, causan la extinción de las abejas, así como de otros insectos y problemas de salud importantes entre los seres humanos.

 

“Son muchos los seres vivos que utilizan los campos electromagnéticos naturales que se encuentran presentes en el ambiente desde hace millones de años y a los que han adaptado su mecanismo evolutivo como coordenadas de referencia para posicionarse espacial o temporalmente”, dijo García.

 

Campos electromagnéticos que desorientan a los animales

 

El problema surge cuando, a raíz de la actividad humana, “las infraestructuras de las telecomunicaciones introducen unos campos electromagnéticos artificiales con una potencia infinitamente superior y que son cambiantes con el tiempo, lo que desorienta a las abejas, entre otros insectos, que no encuentran de esa forma la manera de volver a sus colonias”, señaló el coordinador de PECCEM.

 

Así, las abejas que se utilizan en apicultura terminan por morir, debido a que no pueden volver a los lugares donde se desarrollan. “Se quedan sin cobijo en el que resguardarse ante las bajas temperaturas y ven alterado su sistema inmunitario, aunque este no sea un problema aislado de las abejas”, señaló García.

 

En los seres humanos, que es donde más se ha desarrollado la investigación por cuestiones de prioridades, “está más que constatado que hay una activación a largo plazo con carácter crónico del sistema inmunitario por las influencias electromagnéticas”, aseguró el coordinador de PECCEM.

 

El sistema inmunitario – recordó García- “es uno de los mecanismos que se activan en situaciones de peligro o de estrés, como sucede en la síntesis de proteínas que en seres humanos son bioindicadores que nos están indicando que algo está pasando y no es algo precisamente bueno para nuestros organismos”.

 

Los campos electromagnéticos también afectan a los cetáceos que utilizan los campos electromagnéticos terrestres para su orientación. Son las radiofrecuencias de radares de submarinos y otros pecios los que pueden interferir con los sistemas de orientación de estos animales que, finalmente, pueden quedar varados en playas porque no saben dónde se encuentran.

 

Según García, los niveles de radiación habría que estudiarlos en cada caso concreto “porque incluso dentro de las ciudades encontramos que hay diferencias exorbitantes, así generalmente la exposición disminuye con la distancia con respecto a la fuente”.

 

Pero tampoco se puede generalizar, añadió el responsable de PECCEM, “porque puede haber infraestructuras muy potentes en zonas rurales necesarias para tener coberturas muy amplias, y puede haber infraestructuras más potentes en zonas urbanas más densas para tener cobertura en zonas no tan alejadas”.

 

Foto: EFE

 

Para García, “la cuestión es que es una problemática ambiental con varios factores que interaccionan, y lo que tienen en común todos ellos es que el medio natural se está modificando a marchas aceleradas, desde todos los puntos de vista, debido a la actividad humana”.

 

“La transformación de las tecnologías productivas se traduce en que el paisaje es mucho menos diverso, que hay mucha menos flora para poder atender las distintas necesidades nutrientes que tienen, por ejemplo, las abejas, y que esas floraciones no son escalonadas en el tiempo, es decir que hay floraciones muy densas producidas por el monocultivo y que cuando se acaba esa floración no se genera casi nada más”, subrayó García González.

 

Sin las abejas, alertó García, “la situación puede ser catastrófica tanto a nivel de ecosistema como a nivel de los alimentos para los seres humanos y podría traer hambrunas mucho más intensas y más extendidas en el mundo”.

 

Alerta internacional por la pérdida de las abejas

 

Son varios los informes que se han elaborado desde distintos organismos internacionales, advirtiendo del peligro que supone la pérdida de este pequeño insecto que es la abeja.

 

Así, según un informe del presidente de la Comisión de Agricultura y Desarrollo Rural ante el Parlamento Europeo (2008), Neil Parish, planteó que: “Lo que está pasando a las abejas es muy importante para Europea y también para el mundo. En los dos últimos años en EU han muerto misteriosamente 1/3 de las abejas comunes”.

 

En 2007 quedaron exterminadas unas 800 mil colonias. A nivel mundial los apicultores comerciales están experimentando pérdidas de hasta el 90% desde 2006”.

 

“Los cambios en el entorno no castigan solo a las abejas melíferas, sino también incluso más a las abejas silvestres. Apenas existen fuentes fiables que proporcionen información sobre la muerte continua de abejas silvestres”.

 

“El hecho -continúa el informe- es que, desde 1980 y solo en Alemania, unas cuarenta especies se han extinguido o han desaparecido. Alrededor de 250 de un total de 560 especies establecidas en el país están inscritas en la Lista Roja de Especies Amenazadas, y de entre ellas más de cien están incluidas en las categorías “en peligro crítico” o “en peligro”.

 

La ONU advirtió que de no tomar medidas contra la extinción de las abejas, la producción mundial de alimentos podría disminuir en los próximos años.

 

En la Resolución 1815 del Consejo de Europa (mayo, 2011) se exponen los efectos que sobre el medio ambiente, plantas, insectos, animales y seres humanos tienen “los peligros potenciales de los campos electromagnéticos y sus efectos en el medio ambiente”.

 

A esta resolución se han adherido, en España, los Parlamentes Vasco y Navarro, los Ayuntamientos de San Sebastián, Vitoria, Hospitalet de Llobregat (entre otros) y el Colegio Oficial de Biólogos de Galicia.

 

Especial relevancia posee el último llamamiento científico internacional, el pasado mes de mayo, firmado ya por más de 190 científicos de 39 países, líderes en sus áreas de investigación y con más de 2 mil publicaciones en el campo de las radiaciones electromagnéticas no-ionizantes.

 

Este último llamamiento ha sido remitido al Secretario General, Ban Ki-moon, y a todos los estados miembros de Naciones Unidas, además de a la Directora de la OMS, Margaret Chan, solicitando su intervención en este problema que supone una crisis de salud mundial y ambiental.