Los nombres de las mujeres asesinadas y desaparecidas en Ciudad Juárez se guardan en los versos de los poemarios, en los colores de los murales, y en la solemnidad de las decenas de placas y esculturas que han convertido a esa urbe fronteriza con Estados Unidos en un recinto para honrar la memoria de las víctimas de feminicidio.

 

Con todo, la violencia de género, la impunidad y el desdén gubernamental continúan en esa localidad del estado de Chihuahua.

 

Desde hace 22 años –en 1993, cuando comenzaron a ser visibles los asesinatos de mujeres–, pequeños colectivos y activistas decidieron honrar la memoria de las jóvenes desaparecidas y asesinadas, recordando sus nombres y plasmando con arte la indignación por los brutales crímenes.

 

Con poemas para no olvidar, murales para exigir justicia, canciones para dar esperanza, y obras de teatro para concientizar, la sociedad civil juarense hizo eco de las historias de esas mujeres trabajadoras, estudiantes, madres, hijas o hermanas, la mayoría violentadas sexualmente, ultimadas y abandonadas en el desierto, lotes baldíos o arrojadas en basureros.

 

Este año se sumará una obra más: un mural planeado por la Red Mesa de Mujeres de Ciudad Juárez, diseñado por Ricardo Castillo, basado en la idea original de Itzel González, en el que se escribirán los nombres de 46 mujeres asesinadas en 2015, colocados en medio de los trazos de flores del desierto.

 

Este mural sólo es para las víctimas del año pasado, pero entre los homenajes ya realizados anteriormente está un memorial que construyó el Estado mexicano por orden de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH), instancia que en diciembre de 2009 encontró responsable al país por no garantizar justicia a tres víctimas de feminicidio en Juárez.

 

En un acto oficial de contrición, en agosto de 2012, el entonces secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, inauguró un conjunto de placas que explican qué es el feminicidio, y una escultura donde una figura femenina sostiene un lienzo con los nombres de todas las mujeres víctimas conocidas hasta ese año.

 

Desde entonces, la Red Mesa de Mujeres y otras activistas subrayaron que sin castigo a los responsables, aquel memorial –erigido en el predio conocido como “Campo Algodonero”, donde en 2001 fueron encontrados los restos de ocho mujeres–, sólo reflejaba la impunidad, ya que las familias siguen reclamando y visibilizando el feminicidio que no cesa.

 

Desde años previos, el feminicidio movilizó a las y los artistas, y así surgieron las cruces de madera pintadas de color rosa con los nombres femeninos, hasta obras más elaboradas que aunque no llevan los nombres de las víctimas, les rinden un homenaje. Tal es el caso de la antología “Girasoles, sueños y palabras”.

 

En febrero de 2015, 10 mujeres poetas originarias de los estados de Chihuahua y San Luis Potosí publicaron una antología de 110 poemas.

 

Otra obra que se inspiró en el horror de la violencia feminicida fue el  poemario “Jirones y Arena”, de la poeta y escritora Alma Rosa Tapia, quien escribió 27 textos publicados en 2011 ante el coraje por la impunidad a la que se han enfrentado las víctimas de la localidad fronteriza, y tras conocer el caso de una niña asesinada encontrada en un tambo con cemento.

 

También está el trabajo de Elina Chauvet, creadora de la instalación artística “Zapatos rojos”, que nació en 2009 con la exposición abierta de 33 pares de zapatos rojos como símbolo de la sangre de las mujeres y de la esperanza por encontrar la justicia.

 

Mientras los murales, poemas, canciones y performances se siguen sumando, las mujeres en Juárez siguen siendo asesinadas a pesar de la sentencia de la CoIDH, que entre otras reparaciones determinó que el Estado mexicano debería garantizar que casos similares no se vuelvan a repetir.

 

Según la base de datos de feminicidio de El Colegio de la Frontera Norte, de 1993 a 2005 se registraron 442 asesinatos de mujeres y niñas en Ciudad Juárez.

 

Para evitar más crímenes de género, el gobierno mexicano –de acuerdo con la sentencia de la CoIDH– debería estandarizar protocolos y criterios de investigación, servicios periciales, y de impartición de justicia; implementar un programa de búsqueda y localización de mujeres; y actualizar la base de datos con información genética de las personas desaparecidas, entre otras acciones.

 

Aunque la violencia no ha logrado mover a las autoridades para castigar a los culpables y evitar más crímenes contra las mujeres, las activistas y artistas siguen trabajando para honrar a aquellas a quienes les arrebataron la vida, presentando obras para que el feminicidio no se convierta en un mito, sino en un flagelo que se debe erradicar.