Sin duda debemos aceptar que es perfectamente válido y justificable que haya amplios sectores de la sociedad que estén insatisfechos y hasta agraviados con el estado de cosas que se vive en México, donde la inseguridad, la corrupción y la desigualdad no han sido erradicadas; al contrario, siguen lastimando un día sí y otro también a personas y familias. Eso es atribuible ahora a los gobiernos del PRI, PAN y PRD. Pero lo que muchos mexicanos no alcanzan a ver en su perfectamente comprensible enojo, hartazgo y decepción es que con Andrés Manuel López Obrador y Morena, las cosas serían peor.

 

En la próxima elección, México se definirá entre un populista autoritario como Andrés Manuel López Obrador o Jaime Rodríguez El Bronco y alguna de las opciones moderadas que representan José Antonio Meade por el PRI, Ricardo Anaya por el PAN, Miguel Ángel Mancera por el PRD y la independiente Margarita Zavala, lo cual pone al país en una grave encrucijada.

 

Y es que las alertas por el populismo, autoritarismo y corrupción que caracterizan al proyecto de Morena y López Obrador no se tratan de simple propaganda de los “grupos de poder” en contra del autodenominado candidato del pueblo. Su actuar y su discurso empatan casi como calca con los de Hugo Chávez en su trayecto a hacerse del poder en Venezuela en sus promesas de respeto a las leyes, las empresas y los medios, para luego desembocar en un régimen dictatorial que simula procesos democráticos.

 

Pero la cosa en México con López Obrador se ha puesto peor. En el último año el virtual candidato presidencial de Morena ha ofrecido amnistías a los funcionarios corruptos y a delincuentes y narcotraficantes en su búsqueda de aliados para hacerse de la Presidencia.

 

Desde los videoescándalos que marcaron su paso como jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, en los que su secretario de Finanzas y su secretario particular se paseaban en las salas VIP de los casinos de Las Vegas o recibían miles de dólares a cambio de contratos de obra pública de manos del empresario Carlos Ahumada, fue claro que El Peje tiene en su círculo cercano (igual que muchos otros políticos) a funcionarios manchados por la corrupción, de la cual no es ajeno, y como muestra está que tiene décadas sin mostrar que tenga un trabajo con el que se sostenga desde que dejó, hace casi 12 años, el gobierno.

 

Pero, además, desde 2006 mostró su verdadero rostro antidemocrático y autoritario cuando sin argumentos reales descalificó la elección presidencial y mandó al diablo a todas las instituciones, en especial a las electorales, a las que tomó décadas a la oposición hacer eficaces y creíbles, para garantizar a los mexicanos que su voto cuenta y se cuenta.

 

La gran incógnita es quién se perfilará en 2018 como el candidato que puede vencer a López Obrador para atraer el voto de todo el electorado moderado que no comulga con su autoritarismo fascista ante la gran dispersión del voto que representan los polos de PRI, PAN, PRD e independientes.

 

Porque de algo no hay duda, si hoy las cosas en México no van bien, con López Obrador y Morena lo que viene es la limitación y agresión contra las libertades políticas, económicas y de expresión. De lo que no hay duda es que si alcanzan el triunfo en las elecciones de 2018, habrá un radical cambio de régimen: pasaremos de una democracia en construcción a un populismo autoritario que hará todo por quedarse en el poder. Todo.