Un menú equilibrado, con abundantes y diversas frutas y verduras y con menos carne y alimentos procesados, conforma una dieta sana pero también sostenible que ayuda a mantener la salud del planeta.

 

Todos podemos contribuir a luchar contra el cambio climático que afecta a los recursos hídricos y a la biodiversidad si hacemos cambios moderados en nuestra dieta con el fin de contribuir a reducir un 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero derivados de la alimentación.

 

Este es uno de los objetivos del proyecto europeo “LiveWell for Life”, que la organización ecologista WWF ha desarrollado en España con la ayuda de especialistas en nutrición de la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas y del Hospital Universitario La Paz.
“Este proyecto plantea una dieta con pequeños cambios reconocibles para la forma de comer en la zona del Mediterráneo y, en concreto, de España”, explica Celsa Peiteado, coordinadora de agricultura de WWF España.

 

La dieta sostenible es fruto de un análisis de lo que come, de media, un ciudadano español. Tras analizar la huella de carbono en los distintos grupos de alimentos, se ha reajustado su abundancia en la dieta hasta alcanzar una reducción de emisiones.

 

Las recomendaciones para mantener la salud del planeta coinciden con lo que se entiende por alimentación saludable. “En nuestro carro de la compra, en nuestro plato tiene que haber más vegetales y frutas que productos de origen animal”, indica Martina Miserachs, responsable de relaciones institucionales de la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas.

 

El plato LiveWell

 

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Foto: EFE

El proyecto “LiveWell for Life” propone seis principios para consumir un menú sostenible para el medio ambiente y que contribuya también a mantener los recursos en un mundo cada vez más hambriento.

 

1. Come más vegetales, hortalizas y frutas. “Con un mayor consumo de alimentos de origen vegetal se reduce el riesgo de enfermedades crónicas graves. Si comemos 600 gramos de fruta y verdura al día (3 raciones de fruta y 2 de verdura y hortalizas) reducimos en un 31% el riesgo de padecer enfermedad coronaria isquémica o un 20% el cáncer de esófago”, explica la nutricionista.

 

2.Come diverso: alégrate la vida con un plato variado y colorido. La variedad permite frenar la merma de cultivos y razas locales. “Se pierden variedades de legumbres, de hortalizas, y se sustituyen por el mismo tipo de tomate que come todo el mundo y, por tanto, se produce una pérdida de biodiversidad que debemos afrontar”, considera la representante ecologista.

 

La nutricionista Martina Miserachs insiste en que hay que nutrirse de todos los grupos de alimentos, “pero lo importante es la variedad dentro del mismo grupo, no es lo mismo una manzana que un plátano”. Y sobre todo aprovechar los productos de temporada, lo que contribuye también a preservar el planeta. Además, apunta, es importante optar por los cereales integrales de grano entero, que aportan fibra saludable y son más sostenibles que las harinas blancas sometidas a procesado. “El pan blanco ofrece unas siete variedades de sustancias fitoquímicas, frente a las más de setecientas del integral”.

 

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Foto: EFE

3. Aprovecha mejor la comida, un tercio de la que se produce en el mundo termina en la basura: En los países en desarrollo, la mayor pérdida de alimentos se produce desde la granja hasta el lugar del almacenamiento a causa de enfermedades, plagas en cosechas o malas condiciones de almacenamiento y no llega a los destinatarios. Según Celsa Peiteado, en los países industrializados el malgasto se produce desde el sector de la distribución hasta nuestros hogares.

 

“En España se tiran 179 kilos de alimentos por persona y año a la basura. Además de la obligación moral que todos tenemos de frenar la hambruna, se unen el impacto ambiental del consumo de agua, de energía, de fertilizante fitosanitario que también acaban en el cubo de la basura. Es un desperdicio directo de recursos”.

 

Martina Miserachs propone planificar los menús para hacer “una lista de la compra más coherente y responsable con los alimentos que vamos a consumir. Hay que tener en cuenta el tamaño de las raciones, cocinar lo justo y si sobra, conservarlo de la mejor manera”.

 

4. Come menos carne, prueba otras fuentes de proteínas: Un mayor consumo de carne, en especial roja y grasa, se asocia con riesgo de enfermedad cardiovascular, algunos tipos de cánceres y aumento del perímetro abdominal. “Hay que reducir la cantidad de carne, tanto en frecuencia como en tamaño de ración, y alternar o sustituir por legumbre”, señala la nutricionista.

 

WWF aconseja la carne de ganadería extensiva, de razas locales, de producción ecológica que contribuye a conservar paisajes tan emblemáticos como las dehesas y generar empleo rural.

 

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Foto: EFE

5. Come menos alimentos procesados: Consumen más recursos para su producción y suponen un mayor impacto ambiental al utilizar embalajes y envases para su distribución que los alimentos a granel, explica la representante ecologista. Y para nuestra salud también el impacto es negativo al contener mayores niveles de sal, grasa y azúcar que se suman a los ya de por sí altos de nuestra dieta diaria, Mejor tomar productos frescos y grasas como aceite de oliva, apunta la especialista en nutrición.

 

6. Compra alimentos certificados: como el MSC para certificar productos del mar obtenidos de forma responsable que evitan la sobreexplotación y la destrucción del hábitat. Se recomienda asimismo el consumo local procedente de pesquerías artesanales que no tengan impacto sobre el ecosistema.

 

“En España, también aconsejamos recurrir a la producción ecológica y al comercio justo, al comercio local y a los productos de temporada que aseguran el bienestar de los animales y los cultivos locales. Además de disminuir el impacto ambiental apoyamos a los agricultores y ganaderos de nuestro entorno y genera empleo en zonas rurales”, apunta Celsa Peiteado.

 

¿Qué ocurre si no respetamos el medioambiente?

 

Disminuir el hambre en el mundo, uno de los Objetivos del Milenio de la ONU, tiene que ver con aspectos ambientales generados por el cambio climático, que está afectando a los recursos hídricos, a la pérdida de biodiversidad y a la especulación de los mercados.
“Se producen alimentos suficientes para nueve mil millones de personas y somos  siete mil millones, pero parte de población pasa hambre porque no puede acceder a los alimentos porque los precios se han disparado en algunos productos básicos”, señala la representante de WWF. Este es el caso de la quinoa, “que se pone de moda en los países industrializados, aumenta la demanda y los precios y perjudica a los que lo han utilizado tradicionalmente”.

 

“Si no respetamos los recursos naturales y los impactos del cambio climático, estamos poniendo en riesgo el suministro de alimentos para la población”, advierte Celsa Peiteado.