Hace dos semanas escribí un texto llamado “Ni su fin ni sus medios”. En síntesis, criticaba el “jitomatazo” de Arne aus den Ruthen al diputado César Camacho por ser, a mi parecer, una forma equivocada de hacer política en un México anímicamente mal. Pienso que, al incitar agresiones hacia los políticos y los partidos, Arne hace flaco favor a la democracia mexicana. La grieta entre políticos y ciudadanos –real, de bordes filosos y siempre aliada de la desigualdad- no se va cerrar con agresiones; se va cerrar cuando los primeros cedan privilegios y, por ende, transfieran poder a sus legítimos dueños: los segundos.

 
A falta de imaginación, cito los puntos que, considero, resumen mi propio artículo: “Cuando no puedes articular un argumento que haga ruido inteligente, recurres a la agresión o a la polémica: ésta atraerá el aplauso fácil, siempre dará de qué hablar y, además, es más fácil que pensar y hacer verdadera política (…) Apoyo el trasfondo social que atrae adeptos al “jitomatazo” –la mal llamada “clase política” debe recortar privilegios, prebendas y salarios insultantes- pero jamás apoyaré el método”.

 
Después de la publicación del artículo –y del vídeo en dónde pregunto directamente a Arne si “aventar un jitomate a un diputado nos acerca o nos aleja de nuestra ruta democrática”-, el expanista me contestó yéndose por la tangente: alentó a sus seguidores a usar un hashtag que poco tenía que ver con mi pregunta original y, creo, legítima.

 
Recibí algunos insultos detonados por la respuesta de Arne. El usuario @pacientecero0 contestó, con astucia, “chibguen [sic] a su perra madre, y su presidente @EPN también”. O qué tal el usuario @LeCastorRabioso, que considera mi texto como “chorizos de siempre” e insinúa que alguien me pagó por escribir dicho artículo. Pero mi favorito, sin duda, fue un tweet del usuario @PugTrader en el que, por alguna razón, me compara con el exgobernador prófugo, Javier Duarte. Sin embargo, quiero reiterar que no tengo nada contra ellos; solo disiento de su forma de entender la política. México necesita más debates, no menos. Y por eso escribo esto.

 
Ahora, fuera de broma, es importante entender el detonante tras este tipo de mensajes. Los que nos dedicamos a la cosa pública debemos leer entre líneas. Individuos así están más que furiosos con la mal llamada “clase política”: están tremendamente decepcionados. En democracia –o en los intentos de ésta-, la decepción es igual o más peligrosa que la rabia, ya que la primera aleja progresivamente a los ciudadanos de las instituciones; mientras que la segunda suele provocar un choque frontal que, para bien o para mal, mueve la relación de un punto a otro.

 
Hace unos días, Arne cumplió su amenaza y lanzó varios cientos de pañales sucios a la sede nacional del PRI. ¿Para qué? Para llamar la atención. Para sumar puntos políticos. Para alebrestar a los que, tristemente, el sistema ha dejado atrás una o varias veces. Pero lo escribí antes y lo escribo ahora: si quieren no nos pongamos del lado de los políticos –que muchos, dicho sea de paso, solo traicionan la confianza de los mexicanos-, pero sí pongámonos del lado de la política.

 
Ayer me dice un amigo: “Si tanto te caga lo que hace Arne, no escribas de él”. Tiene un punto, lo sé. Pero el volumen de su ruido ya obliga a tomar posturas, por lo que reitero la mía: el humor social no está bien, lo sabemos todos, pero no es escuchando los extremos ni las teatralidades dónde se encuentra las soluciones. La política en democracia, por inconsistente que pueda llegar a ser, tiene un fin último: la no violencia.

 
Con su iniciativa #SinVotoNoHayDinero, el diputado local independiente de Jalisco, Pedro Kumamoto, busca hacer ruido inteligente para reducir el excesivo financiamiento público a los partidos políticos: “Proponemos que el dinero que los partidos reciben dependa del número de personas que convencen para votar”. El esfuerzo busca fortalecer la representatividad para acercar la teoría a la realidad. En esencia, Arne busca lo mismo –reducir el dispendio público- pero él lo hace arrojando pañales sucios a un edificio. Creo que mi punto quedó claro.

 
@AlonsoTamez