Por primera vez, el programa de estancias de post doctorado de la Universidad de Harvard abre sus puertas a cinco investigadores mexicanos quienes durante dos o tres años habrán de desarrollar sus proyectos en las áreas de salud pública, medicina, ingeniería y ciencias aplicadas, pero con el compromiso de regresar a México.

 

El programa es resultado de un acuerdo entre la Fundación México en Harvard, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la propia Universidad.

 

“Estamos hablando de científicos en México muy talentosos y destacados, pero también muy jóvenes. La idea es que cuando vayan  todavía no sean investigadores independientes para que aprendan cómo serlo y que regresen a México con los conocimientos para llevar un laboratorio”,  explicó Barbara Randolph, directora ejecutiva de la Fundación.

 

Los científicos mexicanos seleccionados desarrollarán sus propuestas de investigación en una de las universidades mejor valoradas a nivel mundial. Sus proyectos fueron previamente valorados y aprobados por los miembros y decanos de las facultades de Salud Pública, Artes y Ciencia, de Medicina, así como en la de Ingeniería y Ciencias Aplicadas.

 

Randolph narró que desde 2010 iniciaron un acercamiento con el entonces director del Conacyt, Juan Carlos Romero Hicks y Jorge Domínguez, vicerrector de relaciones internacionales de Harvard, para concretar el acuerdo.

 

Anteriormente, señaló, cualquier investigador mexicano podía solicitar una estancia post doctoral en Harvard y tramitar su beca; sin embargo, a través de este proyecto se eligen a los mejores investigadores de cada área y se garantiza su retorno a México, para aplicar la investigación en sus centros de trabajo.

 

La convocatoria salió el 1 de marzo y los aspirantes tuvieron dos meses para enviar sus proyectos. La directora de la fundación declinó dar la cifra de solicitudes que recibieron, aunque aseguró que “resultó un proceso exitoso”.

 

Cada uno de los investigadores recibirá una beca de 75 mil dólares por cada año de investigación; 45 mil serán aportados por el Conacyt y el resto la Fundación México en Harvard. La universidad contribuye con el proceso de selección, los laboratorios más sofisticados y los doctores más reconocidos en cada área.

 

La Universidad de Harvard, con sede en Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos, es la más antigua de ese país y algunas clasificaciones la ubican como la mejor del mundo.

 

Diddier Prada, En busca del Nobel de Medicina

 

Aunque no se asume como un prodigio, ingresó a la carrera de medicina a los 16 años en la Universidad Industrial de Santander, en Colombia. En 2001, al concluir sus estudios, trabajó como médico en la selva, entre la guerrilla, paramilitares y el ejército. Una década después, con sólo 34 años, ingresará en la Escuela de Salud Pública de Harvard para estudiar el factor genético en la obesidad infantil, un trabajo que, espera, lo coloque cerca de su sueño: el Premio Nobel de Medicina.

 

“Era muy bueno en mis clases, me evite el primero de primaria porque leía y escribía, pero no soy un niño prodigio ni me siento así. Soy un tipo muy chambeador, estudio mucho, me apasiono con lo que me gusta y de allí viene que me gradué tan rápido en medicina”, narra el doctor en ciencias biomédicas.

 

Su investigación en la Escuela de Salud Pública, resume, consistirá en analizar la sangre del cordón umbilical de los recién nacidos e identificar marcadores químicos en los genes que determinen si los niños serán obesos.

 

“La etapa del nacimiento es una ventaja para realizar cualquier modificación y poder decirle a los papas ‘ese niño requiere más actividad física, ver menos televisión, una dieta con tales nutrimentos, es un momento ideal para poder tomar medidas para evitar que ese niño sufra obesidad”, explica Diddier.

 

El investigador naturalizado mexicano trabajará al lado del doctor Andrea Bacerelli. Tras su estancia buscará aplicar los conocimientos adquiridos en la investigación epigénetica que realiza en el Instituto Nacional de Cancerología, donde estudia el comportamiento de las células cancerosas.

 

Diddier supo que lo suyo era la investigación desde que salió de Colombia buscando un laboratorio y la escuela para su doctorado, después de la experiencia en la selva colombiana.

 

Al llegar a México ejerció un año más hasta que lo invitaron a los institutos de neurología y cancerología, aprovechando las oportunidades que da el Sistema Nacional de Investigadores (SIN).

 

Junto con su esposa, también investigadora, combina el trabajo científico con la crianza de sus dos hijos, las clases que imparte en la Facultad de Medicina de la UNAM y su pasión por el piano.

 

Su sueño, dice, es obtener un Premio Nobel. “Esto se trabaja con muchos años y un poco de suerte. Harvard tiene Nobel en medicina, en fisiología y existe la posibilidad de que en el tiempo que esté allá aproveche la estructura para que el resultado sea valioso e importante para la humanidad y entonces me lo gane”.

 

Ismael Campos Nonato, Salud pública contra la obesidad

 

A sus 38 años, asume el tema de la salud pública, en especial en el área de Nutrición, como su principal compromiso. En los próximos meses, en la Universidad de Harvard desarrollará un proyecto enfocado en enfermedades crónicas asociadas a la nutrición, cuyos resultados espera se traduzcan en políticas públicas.

 

Como médico cirujano por la Universidad Autónoma Metropolitana y con una maestría y doctorado en Ciencias en el área de Nutrición y Salud Pública, respectivamente, en la Escuela de Salud Pública de México, señala que su principal motivación radica en el hecho de que la obesidad es hoy uno de los principales problemas para la sociedad mexicana.

 

Los conocimientos que genere durante su estancia en Boston, que va de uno a tres años, se podrán aplicar en México “para fortalecer el área de conocimiento sobre las determinantes de las enfermedades crónicas, en específico obesidad diabetes e hipertensión, y con base en ello poder crear evidencia para que los tomadores de decisiones puedan desarrollar políticas públicas para reducir la prevalencia de estas enfermedades”.

 

Casado y originario de la Ciudad de México, el doctor Campos dice que la estancia que realizará a partir de septiembre  es “sin duda una gran oportunidad de poder conocer la experiencia de investigadores que son líderes en el área de salud pública y, sobre todo, para aprender de los avances que ellos han tenido en cuanto a controlar estos problemas y poderlos traducir en conocimiento para la comunidad científica mexicana”.

 

Si bien la estancia en Harvard podría abrirle las puertas para realizar trabajos posteriores de investigación en el extranjero, Campos dice que tiene muy claro su regreso al Instituto Nacional de Salud Pública.

 

Aficionado de la música, el cine, las lecturas históricas y científicas, así como de los deportes, el doctor asegura que la ciencia retribuye lo suficiente para vivir cómodamente, siempre y cuando “un investigador sea competitivo y busque recursos por varios lados, entonces sí es suficiente para vivir bien”.

 

Carolina García, La investigación está subestimada

 

Aunque nació en Guadalajara, se crió en Mexicali, donde también estudió la carrera de Medicina en la Universidad de Baja California. En el otoño ingresará a la Escuela de Medicina de Harvard, donde desarrollará una investigación para determinar la participación de las células troncales en la enfermedad conocida como Fibrosis Pulmonar Idiopática (FPI), la más agresiva de su tipo cuya causa y cura se desconocen hasta ahora.

 

El trabajo de García de Alba en el Departamento de Genética de la institución estará bajo la tutela de Carla Kim, una de las investigadoras más reconocidas en el tema de células troncales de pulmón.

 

“Las células troncales de pulmón es un tema muy nuevo en la ciencia, tendrán poco más de una década que se estudian, que es poco tiempo en la ciencia. No han sido completamente entendidas, por lo que resulta novedosa la investigación que hace la doctora Kim, quien en sus publicaciones tiene descrita ya una población de células troncales de pulmón”, explicó.

 

García viajó a Boston para entrevistarse con varios científicos y poder participar para la estancia post doctoral, ya que para concursar por la beca del Conacyt y la Fundación México-Harvard tenía que presentar un proyecto aceptado por un investigador en la prestigiosa universidad: “Con quién mejor se adaptó mi objetivo de trabajo fue con la doctora Kim y tuve suerte de que tuviera un espacio para mí”.

 

Al inicio de su carrera García de Alba realizó una especialidad en Rehabilitación en Monterrey, después se mudó con su esposo a la Ciudad de México, donde realizó estudios de maestría y doctorado en  UNAM, así como una subespecialidad en Rehabilitación Pulmonar en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), donde actualmente labora haciendo investigación en FPI.

 

Ahora, la doctora García, de 44 años, quien disfruta de los paseos, las comidas familiares y salir por una cerveza de vez en cuando con sus compañeros de trabajo, se prepara para mudarse a Boston junto con su esposo y sus dos hijos adolescentes, para aprovechar lo que califica como “una gran oportunidad para poder ir a entrenarme y traer ese conocimiento a México” donde, afirma, “se tiene subestimada la necesidad y la importancia de la investigación”.

 

Fabiola Méndez Arriaga, Ingeniería medioambiental desaprovechada

 

Se doctoró en el extranjero y trabajó durante 10 años en Europa y Asia, pero siempre con la idea de regresar a México. Graduada como ingeniero químico del  Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Ecatepec iniciará en el otoño un proyecto de tratamiento de aguas residuales mediante procesos químicos novedosos.

 

“Es un tema muy reciente dentro del ámbito medio ambiental, que son los procesos de oxidación avanzada, que son técnicas que se aplican para la depuración de afluentes, pero también de sólidos y gases. Aquí se utiliza una familia de técnicas diferentes, entre ellas la que produces radical hidróxil, una especie química muy inestable que le permite degradar cualquier compuesto orgánico presente en el medio.”

 

En Harvard compartirá el laboratorio de ingeniería ambiental del doctor Chad Vecitis, pero regresará a México.

 

Recuerda que después de estar por varios años en el extranjero, al volver a México encontró que su campo de estudio está “escondido y no se ha explotado el tema como se debería”. Los investigadores mexicanos en ingeniería ambiental todavía no tienen presencia internacional.

 

Si bien existen proyectos de investigación y muchas tesis, “nos quedamos aquí  adentro, aquí nos consentimos todos, nos publicamos mucho a nivel nacional, pero la crítica real de la calidad de la investigación se queda en casa”, explica.

 

La investigación tampoco es palpable. “Los estándares no se reflejan, en teoría tenemos bastante gordito el Sistema Nacional de Investigadores, que tiene un cúmulo de capital humano, intelectual, que se debería reflejar en los estándares internacionales.”

 

Fabiola, hoy de 38 años, se graduó como ingeniero químico del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Ecatepec y es doctora por la Universidad de Barcelona. Toca el saxofón y la batería, es fanática de los Pumas de la UNAM y asegura que una de las cosas que más va a extrañar es ir al estadio cada 15 días, lo mismo que sus clases  de náhuatl y las visitas a la Cineteca Nacional.

 

ARTURO AVELINO HUERTA, Papá novato y cosmólogo

 

El investigador originario de Puebla ha dedicado gran parte de su vida a la cosmología. Durante su estancia en Harvard, el recién estrenado papá será asesorado por Robert Kishner, uno de los cosmólogos más reconocidos del mundo quien dirigió las tesis doctorales de Adam Riess y Brian P. Schmidt, ambos ganadores del Premio Nobel de Física en 2011.

 

Avelino es aficionado a la escalada en roca y los espacios abiertos en donde, dice, puede apreciar mejor el cielo. A partir de noviembre próximo, al lado de Kishner, buscará establecer cuotas de observación en modelos cosmológicos usando datos de súper nova, estrellas que en cierta etapa de su vida estallan y cuyo brillo permite determinar la expansión del universo.

 

“Es un proyecto que no tiene una aplicación directa sobre algo que se pueda materializar, se trata de conocimiento de punta para entender la naturaleza que nos rodea, en este caso el universo”, explica.

 

Estudió la licenciatura en Física en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y la maestría y doctorado en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH). Actualmente realiza una estancia post doctoral en el departamento de Física de la Universidad de Guanajuato, en León.

 

Para el investigador mexicano de 36 años su estancia en Harvard significa “una enorme responsabilidad, porque se trata de una gran inversión que hace México en sus investigadores y se espera que haya buenos resultados que se reviertan hacia el país con mayor especialización y formación”.

 

Al concluir la estancia -que en principio durará un año con la posibilidad de expandirse a dos- regresará a México para compartir con sus colegas los conocimientos adquiridos en Harvard, aunque aclara que actualmente “en el país no hay una persona entre todos los cosmólogos que estudie esta área”.

 

El investigador, a quien la ciencia le da para vivir bien, aunque de manera modesta, considera que a nivel nacional hace falta más inversión en ciencia y educación en todos los niveles, por lo que califica de positivo el anuncio del incremento al presupuesto en el área equivalente a 1% del PIB para el final del sexenio, “no obstante creo que no puedo confiar mucho al respecto hasta que sea un hecho”.