Los partidos satélites o la “chiquillada’’, como quiera llamarles, están haciendo su agosto en pleno diciembre condicionando su apoyo a los tres partidos considerados “grandes’’.

 

Por ejemplo, Morena le ofreció al Partido Encuentro Social (PES) un número de distritos electorales que le permitiera mantener el número de diputados que actualmente tiene -9, todos por la vía plurinominal- y dos senadurías.

 

Pero el PES no está conforme con la oferta; por lo menos quiere crecer a 7% de la votación nacional, y para ello requiere de un número mayor de distritos federales encabezados por sus candidatos y, por lo menos, cinco senadurías para que se constituyan en fracción parlamentaria.

 

El PES no ha decidido aún si acepta o no la propuesta de Morena, porque una corriente interna considera que es mejor participar con un candidato presidencial propio y con su propia estructura en los estados.

 

El Verde Ecologista, que ayer ya dijo que suspira por José Antonio Meade, quien, por cierto, no les ha tirado un lazo hasta el momento, también espera mayor presencia que los 40 diputados con los que cuenta en San Lázaro, 18 de ellos plurinominales.

 

En el caso del Verde, está también la disputa por la candidatura al Gobierno de Chiapas, pues mientras el gobernador Manuel Velasco quiere un candidato de su partido, en el PRI están empeñados, pese a su mala imagen, en llevar como aspirante al senador Roberto Albores Gleason.

 

En julio pasado se publicó un desplegado firmado por los 69 alcaldes del Verde en Chiapas, en el que le piden al gobernador no competir por la gubernatura con un candidato priista.

 

“Los verdes somos la primera fuerza política en el estado, y nos respaldan más de 700 mil votos para ganar otras batallas electorales. Esa fuerza nos permite estar vigentes frente a los tiempos actuales, pero también nos impide aceptar cualquier imposición, venga de donde venga. La militancia verde merece respeto”, se lee en el documento.

 

La candidatura del Chiapas es, sin duda, objeto de negociación entre el PRI y el Verde.

 

Por lo que respecta al Partido del Trabajo, cuyos líderes están acusados de malversar 100 millones de pesos –hasta ahorita-, el pacto con Morena es que de la votación obtenida al final del proceso electoral se reparta un porcentaje suficiente para mantener el registro, que ya habían perdido en la elección federal de 2015, pero que recuperaron porque se repitió una elección en un municipio de Aguascalientes.

 

Allí obtuvieron el porcentaje que les hacía falta para llegar a 3% de la votación que se requiere para mantener su registro.

 

Así las negociaciones para las tres alianzas.

 

 

 

Tres planteamientos hizo el presidente de Nueva Alianza, Luis Castro Obregón, a José Antonio Meade para iniciar la negociación de la alianza:

 

Agenda compartida para proyecto de Nación; método de elección que tendría que pasar por los estatutos del partido, es decir, que el Consejo Nacional del Panal elija a Meade como su candidato y transparencia en los acuerdos.

 

Nueva Alianza tiene 12 diputados, 11 de los cuales son plurinominales, es decir, ganó uno en la votación de 2015 y no tiene senadores, pues a la muerte de Mónica Arriola, su suplente, Manuel Cárdenas, se declaró independiente.

 

Evidentemente, la exigencia del Panal es que el PRI les garantice duplicar su presencia en el Congreso, cuando menos.

 

Y que realmente les cumplan, ya ven qué le pasó al partido con Alfredo del Mazo en el Estado de México.