¿Por qué si el Banco Bicentenario era una insignificante institución que apenas tenía 670 clientes y había otorgado unos cuantos cientos de millones de pesos en créditos, los funcionarios de Hacienda, Banco de México, Comisión Nacional Bancaria y de Valores, IPAB y otras instituciones salieron en tropel a tratar de aclarar que no pasa nada, que el sistema bancario está más sólido y seguro que nunca, en pocas palabras, que no hay de qué preocuparse? Preguntan los analistas bisoños.

 

¿Por qué se les pararon los pelos de punta? ¿Acaso temen que otros banquitos a los que las mismas autoridades dieron permiso para operar se enfrenten a la misma situación que al que le revocaron el permiso? ¿O tienen miedo de que ahorradores e inversionistas de otros bancos, incluyendo algunos grandotes, entren en pánico y empiecen a retirar su lanita? Pues sólo aquellos funcionarios y banqueros  tendrán sus razones de por qué actuaron así.

 

ESPECIAL_BANXICO

 

Pero lo que nadie puede negar, es que al presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y a  sus muchachos, los accionistas del Banco Bicentenario “se los chamaquearon” haciéndoles creer que iban a realizar un aumento de capital, a cumplir con su plan de negocios y a “poner en orden la casa”. Dejaron pasar cinco meses y finalmente se dieron cuenta que les habían dado “atole con el dedo”. En ese lapso se sospecha, nada más se sospecha, que los accionistas siguieron “ordeñando” el negocio. Y una prueba de esto último podría ser que en sólo 30 días bajaron el índice de capitalización de casi un 10% a menos de 3%. ¡No, no, no! Exclaman los funcionarios que tienen injerencia en estos penosos asuntos, lo que pasa es que los dueños del banquito “ejecutaron mal el plan de negocios, pero eso no significa que el plan haya sido malo”. ¡Pues que expliquen cuál plan, no!

 

Por otro lado, queriendo minimizar el asunto, el subsecretario de Hacienda, Fernando Aportela, prácticamente declaró que los 146 millones de pesos que el  Fondo de Protección al Ahorro Bancario tendrá que desembolsar para pagarles a quienes “se llevaron al baile” por el “mal manejo del plan de negocios”,  es como “quitarle un pelo al gato”,  pues  el susodicho fondo cuenta con una bolsota de 18 mil millones de pesos. ¡Ah, bueno, entonces que sigan tronando como ejotes!   Dirán algunos.

 

En este delicado asunto que las autoridades tratan de minimizar, pareciera que tanto el subsecretario Aportela, como el secretario ejecutivo del IPAB, Lorenzo Meade Kuri Breña, el presidente de la Condusef, Mario Di Constanzo  -quien supuestamente protege y defiende a los usuarios de servicios financieros,  pero que no ha dicho, al menos hasta ayer, esta boquita es mía-, así como el director general de Asuntos del Sistema Financiero del Banco de México, Jesús Alan Elizondo Flores, y Narciso Campos Cuevas, titular de la Unidad de Banca, Valores y Ahorro de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, que el día de ayer  salieron en tropel a decir que no pasa nada, que lo que ocurrió en el Banco Bicentenario “no les quita el sueño”, recibieron la instrucción de “salvarle el pellejo” al señor González Aguadé.

 

Por lo pronto, dice el refrán, corregido y aumentado, que mal empieza su encargo  aquel presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, a quien los banqueros de todos los tamaños, incluyendo, los pequeñines,  “se lo chamaquean”. ¡Pues es que no tiene los tamaños para el puesto! Exclaman los malosos. ¡Qué horror, qué vergüenza! Tercian los catastrofistas.

 

AGENDA PREVIA

 

“La gran familia” de Mamá Rosa no era un albergue infantil, sino lo que podría definirse como un reformatorio -así se decía antes-, una auténtica “correccional” (término en desuso porque es políticamente incorrecto).

 

Por consiguiente, no hay razones para escandalizarse por la mano dura que aplicaba la señora Verduzco para mantener a raya a más de 500 ca…nijitos de los que nadie quería hacerse cargo.

 

Como ella misma acepta en la entrevista que concedió a León Krauze, la casa de Zamora, Michoacán, dejó de ser -hace muchos años- romántico internado de huerfanitos y huerfanitas para convertirse en áspero hogar y último refugio de miserables, condenados de la tierra, desheredados, escoria social: olvidados niños, niñas y jóvenes drogadictos, raterillos, pandilleros y hasta asesinos.

 

Así que…

 

Quien esté libre de culpa, que arroje la primera piedra contra la única madre que tuvieron -a lo largo de 60 años- más de cuatro mil integrantes de “La gran familia”.

 

Al respecto dicen que “Andando la carreta se acomodan las calabazas”, pero en el caso de Mamá Rosa, el problema para cualquier observador objetivo e imparcial es que las calabazas están rodando por el suelo, las ruedas de la carreta están a punto de zafarse y, en vez de avanzar como Dios manda, el vehículo ya atropelló a un montón de gente: funcionarios públicos, periodistas, opinadores espontáneos y de los otros (los que no son espontáneos), transeúntes y curiosos que nunca faltan.