La expresión es de alguien suyo.

 

Raúl Cervantes llegó con la disposición de ajustar todas las estructuras de la Procuraduría General de la República (PGR) y, según el mandato legal y senatorial, adaptarlas a las necesidades de la Fiscalía General de la Nación (FGN).

 

Con ese propósito operó desde varios ámbitos.

 

En primera instancia, ordenó revisar todas las áreas y, con evaluaciones individuales, ratificar o remover al personal según sus características, su honorabilidad y premiar lealtades y capacidades.

 

Eso le llevó meses, poco más de seis.

 

Ajustado el organigrama, responsabilizó a cada titular de resultados y con frecuencia los sorprendía con cuestionamientos y solicitudes de información, lo cual generó algunas molestias.

 

Eso los obligó a dos resultados:

A continuación dispuso atender todas las denuncias y rescatar las de los archivos, cuidar los procesos, informar de resultados de investigaciones y en general ordenar toda la información para tenerla a disposición en cualquier momento.

 

En segunda, a trabajar horas extra para coordinarse con las demás instituciones –propias y externas- a fin de no entorpecer ninguna averiguación o proceso bajo su responsabilidad.

 

 

 

NINGUNA DEFENSA, NINGÚN RESPALDO

Paralelamente, Raúl Cervantes adaptaba el organigrama.

 

Tiene perfectamente integrado el proyecto sobre cómo debe actuar la Fiscalía General de la Nación (FGN) para despolitizar la justicia, hacer eficiente la procuración de la misma y adaptarse al Nuevo Sistema Penal Acusatorio.

 

Estaba satisfecho.

 

Pero le sorprendía un dato: no cesaban los ataques.

 

Los peores provenían del dirigente panista, Ricardo Anaya, quien mueve al Partido Acción Nacional (PAN) y sus representaciones parlamentarias para paralizar al Congreso a fin de defenderse de las acusaciones por enriquecimiento súbito e inexplicable.

 

A rebufo, dada su dependencia de su dirigente Alejandra Barrales, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) se sumó con el fin de dar validez al reclamo del dirigente azul para evitar el paso automático de Cervantes a la Fiscalía.

 

Fiscal carnal –acuñaron.

 

Los golpes eran todos los días, con muchos declarantes y en todos los medios sin defensor al frente por parte del gobierno y del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

 

Eso fue cuanto molestó a Cervantes.

 

Terminó su proyecto de Fiscalía, sus investigaciones –la de Odebrecht y la de políticos, administradores y ex gobernadores bajo sospecha- y fue a ver al presidente Enrique Peña Nieto.

 

Le presentó un resumen –más bien un bosquejo-, y sin más le soltó:

-Me voy.

 

Se fue y quién sabe cuándo veamos a un hombre con su eficiencia y con su lucidez, pero él no será fiscal, aunque sea muy capaz y no haya blandido la PGR como aparato político del Estado.

 

¡Gracias, joven maravilla!

 

Así, con minúsculas.

 

 

 

Y CARGÓ CON SU PROYECTO DE FISCALÍA

1.Alberto Elías Beltrán puede brillar, si dura, al frente de la PGR.

 

Tiene un cúmulo de expedientes terminados y podrá lucirse si revisa las investigaciones más relevantes y ejecuta todas las órdenes de aprehensión y consignaciones de personajes públicos.

 

Sin él no hubiera la abultada generación de ex gobernadores sujetos a proceso.

 

Hay muchas sorpresas y toca tanto corrupción en dependencias cuya administración eructa un tufo de gran escándalo nacional, como organizaciones criminales.

 

2.Ah, pero Raúl Cervantes tiene guardado con llaves de seguridad el proyecto de cómo México puede tener una Fiscalía General de la Nacional independiente, eficiente, con organigrama a prueba de conflictos y corrupción.

 

Y si se lo llevó, es porque no quiere dejarlo a quien por capricho imponga en ese cargo la oposición pan-perredista aliada, entendida como Ricardo Anaya y Alejandra Barrales.