Durante todas las semanas previas al referéndum ilegal que organizó el Gobierno local de Cataluña, los medios mexicanos nunca le dedicaron una sola línea en primera plana o en los espacios centrales de la información.

 

Vaya que en lo local teníamos suficiente información, del tamaño de los sismos, como para no voltear a ningún otro lugar.

 

Pero ahora que la Generalitat catalana se encaprichó en llevar hasta sus últimas consecuencias una consulta inviable y fuera de la ley, ahora que el Gobierno de España cumplió con su obligación de hacer respetar la ley, es ahora pues cuando los medios de comunicación mandan el asunto a la primera plana.

 

La fotografía es aquella de la Guardia Civil reprimiendo, golpeando a los ciudadanos catalanes indefensos. Es cuando la palabra represión le gana la partida a la palabra ilegal del referéndum. Es cuando la torpe actuación del gobierno de Mariano Rajoy se escribe en un cable informativo y se gana las ocho columnas.

 

Es muy difícil entender un problema tan añejo como la intención de algunas provincias autónomas españolas de tener independencia. Tomar una postura desde acá resulta ocioso, porque lo que nos movería son las simpatías y antipatías más que el conocimiento.

 

Lo que hay que ver desde acá es el resultado de llevar hasta este punto una acción ilegal en la que un pequeño grupo con intereses personalísimos logra enderezar a un pueblo hacia la ruptura.

 

Estamos ante un movimiento político de un grupo que encontró en esa exacerbación del nacionalismo la oportunidad de llevar a su causa una imagen de líderes y mártires de la represión.

 

Hoy tenemos la contundencia de la imagen de un gobierno represor que hace cumplir la ley de una manera torpe maltratando a hombres y mujeres españoles. No tenemos la noción de Carles Puigdemont, Presidente de la Generalitat, como un delincuente que viola los principios legales de toda una nación.

 

Mañana que estos rupturistas pudieran declarar la independencia de Cataluña de España tendrán un público poco informado en el mundo que aplaudirá la acción valiente del débil y sufrido Gobierno catalán que sólo quiere ser feliz frente al represor de Madrid que usó la fuerza bruta.

 

Usar la fuerza es prerrogativa del Gobierno español ante la flagrante violación de las leyes en Cataluña. Morder el anzuelo y reaccionar de una forma tan troglodita es una forma de darle la razón a los rupturistas.

 

Hoy, ésos que manipularon a un pueblo y lo azuzaron para ser independientes sin razón tienen la imagen que querían de un gobierno represor para desestabilizar un país entero.

 

De hecho, no nos resulta ajeno que hay grupos que violan las leyes, se violentan contra las autoridades y en la refriega consiguen un mártir al que pasean como bandera.

 

La diferencia es la capacidad política de un Puigdemont contra cualquier personaje en el que usted piense en nuestro territorio.

 

Vale la pena repensar nuestra postura respecto a Cataluña a partir de tener información suficiente para no caer en la simpleza que buscan los catalanes rupturistas.

 

caem