El caso de la activista proderechos humanos Yndira Sandoval es un ejemplo de cómo todo, pero todo, está mal en México, desde el gobierno, la sociedad civil, los medios y en resumen todo el funcionamiento de las instituciones y los individuos en el país.

 

Indignante sin duda la denuncia de Yndira de maltrato, agresión y presunto abuso sexual, pero indignante también el relato de prepotencia, insultos y amenazas de parte de la activista presentando por la policía Claudia Juárez, la supuesta perpetradora de supuesta violación.

 

El caso es que desde el principio, según los datos confirmados en torno a este suceso, estamos siendo testigos de la torcida forma de actuar de los mexicanos en todas y cada una de las facetas de la vida social y pública.

 

De entrada todo surge y se genera por un médico transa que quiere cobrar “por fuera” la atención que le brindó a Yndira por una lesión menor que se produjo en una fiesta con amigos en Tlapa, en el corazón de la región de la montaña de Guerrero.

 

El sujeto no aceptó que los dos mil pesos por concepto de servicios hospitalarios se hicieran con tarjeta crédito o débito, y se arregló con la paciente y su pareja por la módica suma de 900 pesos.

 

El caso es que este medicucho corrupto mandó a Yndira y a su acompañante a sacar el dinero de un cajero cercano y ellos, cómplices ya de la transa y confiados en el arreglo, salieron de la clínica sin pagar. Lo cual provocó que la administración del sanatorio llamara a la Policía.

 

Entonces se juntaron la falta de capacitación y entrenamiento de los policías municipales de Tlapa con la prepotencia de la señora Yndira, que quizá porque estaba borracha o porque le violentan por principio los uniformados los insultó, humilló y trató con absoluta prepotencia ostentándose como influyente activista.

 

Los policías la llevaron a la comandancia; por ser mujer llamaron a dos elementos femeninos para controlarla al ser arrestada y la policía Claudia Juárez asegura que intentó protegerla y controlarla, mientras Yndira dice que fue torturada y agredida sexualmente. Hay videos que documentan cómo totalmente ebria la activista ofende, agrede e insulta verbalmente a los policías, y también cuando ya sobria es liberada en la comandancia de Tlapa.

 

Hasta ahí esa noche, posteriormente Yndira Sandoval denunció los hechos y semanas después los hizo públicos, sin que hasta el momento haya ratificado su denuncia ante las autoridades de Guerrero; es más, asegura que tras esa terrible noche acudió a dar charlas sobre la formas para erradicar la violencia contra las mujeres, pero en la universidad donde ella afirma haber dado las conferencias aseguran que nunca asistió.

 

Así las cosas, tras hacerse pública su denuncia, los policías de Tlapa circularon en las redes sociales los videos que muestran a Yndira como una señora ebria y prepotente.

 

Ahora, la Yndira expuesta dice que fue “violada por el Estado” y lanza consigna tras consigna y se queja hasta de que paga impuestos y no tiene seguridad social.

 

En fin, todo está mal, desde los medios que en un primer momento se lanzaron a linchar a los policías de Tlapa sin contrastar las versiones de los implicados y que hasta que surgieron los videos se ocuparon de verificar los hechos, hasta los grupos de activistas que sin el más mínimo sentido crítico dan por totalmente cierta la inconsistente historia de Yndira, pasando por las autoridades de Tlapa y de Guerrero, que no son capaces de presentar una indagatoria que esclarezca, sin lugar a dudas, lo que ocurrió esa noche.

 

Y así pasa todo en México, un país en que a nadie le interesa la realidad, donde la transa, la prepotencia y las mentiras son más reconocidas que la verdad y la ley, un lugar donde los corruptos, los abusadores, los prepotentes y los vivales son impunes si se cobijan bajo un uniforme o una “causa”.

 

 

 

caem