No es el equipo, ni la ciudad ni el supuesto peso de algunas camisetas. Se trata de entender dónde estás parado y hacia dónde quieres dirigirte; qué tan rápido quieres alcanzar tus sueños y cuánto tiempo quieres que duren.

 

Se llama madurez, algo que tarda mucho en llegar a algunos futbolistas; claro, si es que alguna vez alcanzan esa etapa. Una etapa que les permite entender que son superdotados y también superafortunados, porque buenos jugadores se encuentran en muchas partes, pero no todos tienen la dosis de fortuna que se necesita para llegar al profesionalismo, porque, nos guste o no, el sistema de visorias, aunque ha mejorado en los últimos años, sigue estando muy lejos de lo ideal, y la suerte nunca sobra.

 

Afortunados porque su trabajo es exageradamente bien remunerado, y mire que no entro en el subjetivo mundo de las envidias y tampoco si es o no demasiado, porque también es justo establecer que gracias a ellos esta industria genera lo que genera económicamente y mueve lo que mueve socialmente.

 

La fama y el dinero encuentran muy pronto buenos amigos, que con el tiempo se convierten en los peores enemigos, muchas veces invisibles y son capaces de meterse a su cabeza para hacerlos caminar por la ruta incorrecta hasta encontrar un callejón sin salida, y es ahí donde hemos visto un sinfín de talentosísimos futbolistas echar a perder su carrera.

 

¿Y quién no merece una segunda oportunidad? O quizá una tercera. Por qué no Carlos Peña, que vuelve a la tierra donde contrario a José Alfredo, su vida (futbolística), encontró gran valor. Va de regreso al León, donde se hizo fiera, indispensable, seleccionado y figura; donde consiguió grandes cómplices que le hicieron multiplicar sus capacidades para llevarlo a los primeros planos del futbol mexicano.

 

El tiempo para madurar es perfecto; le cuadra todo: vuelve al sitio donde más comodidades encontró. Con los suyos, pues. Por si fuera poco, lo hace en calidad de préstamo, es decir, si Carlos vuelve a ser el Gullit, Chivas o cualquier otro apostará nuevamente por él. Pero antes de llegar a ese punto es necesario hacer varias paradas que le permitan pensar, reflexionar, visualizar y borrar para después entender que esto que le ha sucedido conlleva una gran dosis de fortuna, pero que ésta requiere de ayudas como entrega, lucha, esfuerzo, dedicación y concentración, entre muchas otras. De hacerlo, entonces habrá alcanzado la madurez que requieren los futbolistas de primera línea.

 

Es una frase vieja, pero cierta: el deporte siempre ofrece revanchas, el futbol siempre te permite enfrentar a tu rival una vez más, y Carlos Peña tiene ante sí una nueva oportunidad para vencerse a sí mismo.

 

Segunda o tercera llamada, pero, en definitiva, es la última.