Algunos líderes del narcotráfico, acostumbrados a una vida de lujo, poder y libertad absoluta, pueden pasar por un proceso traumático en el momento que son detenidos y comienzan una vinculación a proceso.

 

A este proceso de angustia y estrés además de que pueden causarles problemas psicológicos, es un proceso conocido como “carcelazo”, que en México se define como el momento en que los presos se dan cuenta que perdieron la libertad y que pasarán mucho tiempo encerrados.

 

Matín Barrón,  investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe), explica que el “carcelazo” es un proceso complicado para cualquier detenido y asegura que sobrevirlo depende de la historia personal de cada uno y de las condiciones de la cárcel donde se encuentren.

 

Martín explica que los capos que padecieron privaciones antes de ser detenidos, eventualmente tienen más posibilidades de adaptarse al encierro, caso contrario con los que tuvieron comodidades o un estatus de poder.

 

Un ejemplo del “carcelazo” es Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, quien fuera uno de los capos más poderosos y ricos del mundo. Y ahora vive en una celda de 20 metros cuadrados en el Centro Correccional Metropolitano de Lower Manhattan, Nueva York.

 

Allí pasa 23 horas del día. Los celadores no le dirigen la palabra ni tampoco tiene permitido hablar con otros prisioneros.

 

Uno de sus abogados, Eduardo Balarezo, asegura que “El Chapo” padece una depresión profunda y empieza a sufrir daños psicológicos.

 

El capo, insiste, escucha ruidos inexistentes y sufre problemas de memoria.

 

aarl