En lo que algunos califican como “operación salvavidas” para el secretario de Hacienda, el Banco de México adelantó ayer su nuevo pronóstico de crecimiento del PIB para este año, corregido y reducido a 2.3% en lugar de 4%. Es obvio suponer que Hacienda se “alineará” mañana a esta nueva cifra. Pero aunque sea un poquito mayor, digamos un 3%, da igual. Lo realmente importante es que ambas instituciones van a confirmar lo que todo México sabía: Que vamos a vivir otro  año más en la mediocridad; mediocre crecimiento económico, mediocre creación de empleos, mediocre desarrollo…

 

Y todos esos anuncios espectaculares de inversión nacional y extranjera; de planes  billonarios de infraestructura; de cifras mágicas en todos los sectores productivos de la economía;  del ejercicio del gasto público “histórico” en los primeros meses del año, y otras tantas cosas con las que los funcionarios del gobierno nos han endulzado los oídos durante  más de cuatro meses ¿dónde quedaron?  Bueno, para empezar, quienes hayan creído todo lo que dijeron y prometieron es porque realmente son bisoños. O porque no quieren ver la realidad del país, no la de hoy sino la de hace seis, 12, 18 años: mayor desempleo, más pobreza, más amplia la brecha de la desigualdad, más violencia…

 

Los observadores políticos objetivos e imparciales preguntan: ¿Cuál va a ser la explicación del secretario de Hacienda sobre este ajustito del PIB? ¿Qué le va a decir a la sociedad después de que desde principio de año defendió el crecimiento del PIB para 2014 como lo hizo José López Portillo con el peso mexicano? ¿Cómo le va a decir al presidente que se equivocó cuando apenas hace un par de semanas le dijo que “la economía iba bien”?  ¡Pues algo tendrá que sacarse de la manga el funcionario! El problema es que no le van a creer o le van a creer la mitad. Bueno, para un político, sobre todo un político que sueña con la candidatura presidencial de su partido -aunque la fecha está lejana- la credibilidad es lo más importante.

 

Y si Videgaray realmente quiere seguir en la jugada, lo que tendrá que hacer es cambiar de estrategia; no seguir prometiendo expectativas poco reales, que en el corto plazo provocan  decepción, desaliento, frustración, encono en la sociedad. Lo peor que le puede pasar al titular de Hacienda y a otros funcionarios es prometer cosas que no van a ocurrir en los tiempos que están diciendo.

 

Hay quienes sugieren un cambio de “estrategia mayor” (cambios en su equipo, jugadores frescos con más experiencia, en fin) para que no le pase lo que al Pachuca, que creyó que con la ventaja que llevaba y jugando en su casa, bastaba con cuidarse que no le metieran un gol; y si se lo hacían, pues quedarse con el empate y llevar el juego a tiempo extra y de ahí a los penaltis. Pero el técnico del equipo se equivocó, le anotaron dos tantos y perdió el campeonato. ¡Cuidado doctor, cuidado! Advierten los observadores.

AGENDA PREVIA

Una vez decidida la reelección de Gustavo Madero como dirigente nacional de los desperdigados retazos que han quedado del PAN, es tiempo de seguir la huella de algunos cabos sueltos que dejaron las campañas electorales, especialmente la del “político” nacido para perder: Ernesto Cordero Arroyo.

 

El primero y más notorio de esos cabos es el que se relaciona con las encuestas que, supuestamente, daban el triunfo al candidato calderonista.

 

Una y otra vez Cordero afirmó, sin morderse la lengua, que lo favorecían los sondeos de intención de voto de los militantes panistas. Esa mentira tenía la obvia intención de ganar, para la causa del ex delfín presidencial frustrado de 2012, los votos de los indecisos, aunque al final de cuentas las encuestas cuchareadas no le alcanzaron para impedir la revolcada que le asestó Madero.

 

La pregunta que se impone es: ¿va a quedarse tan tranquilo el “perfecto fracasado two” después del engaño con que pretendió victimar a sus correligionarios y a la sociedad en general?

 

Ahí hay una asignatura pendiente para las autoridades electorales panistas que organizaron y vigilaron el proceso, y para las autoridades externas del flamante Instituto Nacional Electoral, que no han dicho esta boca es mía.

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