El partido entre América y Real Madrid resulta el ejercicio perfecto para establecer la diferencia ente lo que se quiere y lo que se puede.

 

Soñar es gratis, y en el deporte casi nadie pone fronteras en su imaginación, pero por más que se proyecten visualización de metas, la realidad marca otra cosa muy distinta.

 

Antes del partido hablaban incluso de derrotas honrosas y de las formas incluso de salir con un marcador adverso: que no era lo mismo perder que ser goleado, decían.

 

Después vino el sobredimensionado asunto de Zinedine Zidane, técnico del Real Madrid quien dijo, palabras más palabras menos, que no conocía al América de México. Entonces comenzó el melodrama que incluyó ataques personales al entrenador merengue que señalaban su poco profesionalismo al desconocer a un adversario y grandes dosis de irritación… como si el fútbol mexicano fuera visto y admirado en todos los rincones del planeta.

 

En fin.

 

Pero volvemos a los planteamientos iniciales y a las hipótesis futboleras: la mayoría pensaba que era misión imposible ganar, y quienes daban oportunidad bajo el amparo de que: “en el deporte todo puede suceder”, establecían la necesidad de ver la mejor versión de América en muuuchos años, quizá la mejor en su historia, con la de un Real Madrid perdido tácticamente y 90 minutos de extravío individual de sus figuras.

 

Y bueno, después del deseo, del anhelo, del sueño y de las ilusiones esta Cristiano Ronaldo, Benzema, Modric y compañía, es decir, está un rival que te supera en todo.

 

Y si, lejos estuvimos de ver el partido más brillante del Real Madrid, pero en términos generales pasó lo que tenía que pasar: un equipo mexicano dispuesto a no ser humillado nuevamente en este escenario y un rival sabedor que sin la necesidad de exigirse al máximo le alcanzaría para lograr el objetivo.

 

Entonces llegó la indignación estableciendo que América no había peleado lo suficiente: que se preocupó por no ser goleado en lugar de buscar el triunfo. Que no fue digna su actuación, pues. Ven como nada nos viene bien y como dirían por ahí, siempre hay que buscarle chichis a las hormigas.

 

En estos casos buscar más es directamente proporcional a incrementar la posibilidad de perder el juego y la categoría, y si esto hubiera sucedido, seguro estoy que escucharía conceptos como: al América le faltó inteligencia para jugar.

 

Termino como inicie: después de los grandes sueños vienen las rotundas realidades, esas que te indican que enfrente hay un equipo con más capacidad colectiva e individual. Un equipo que posee figuras mundiales como casi ninguno, es decir, dos pesos y tamaños distintos.

 

América iba en busca de un milagro que estuvo lejos de existir, por ende, no hay materia para desgarrarse las vestiduras.