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Foto: Especial

El extranjero

Me siento en casa en América
En Antigua quisiera morir
Parecido me ocurre con África, Asilah, Essauira y el Riff
Pero allá dónde voy, me llaman el extranjero
Dónde quiera que estoy, el extranjero me siento
También extraño en mi tierra
Aunque la quiera de verdad
Pero mi corazón me aconseja
Los nacionalismos, ¡qué miedo me dan!
Ni patria, ni bandera
Ni raza, ni condición,
Ni límites, ni fronteras,
Extranjero soy”
Enrique Bunbury, El Extranjero

 

 

Un frío sábado de enero en Madrid, descansaba en casa con los pies en alto, arropada con mi manta violeta de mohair y una vela prendida de la Virgen de Guadalupe, cuando leí en Facebook: “Bunbury ha fallecido”. Mis manos comenzaron a temblar. “¡No puede ser! ¡Enrique Bunbury no!”, pensé. Después, pude comprobar con un enorme alivio, que se trataba de un estúpido bulo. En el transcurso del shock inicial de los primeros minutos, la nostalgia atravesó mi pensamiento llevándome a una única palabra: México.

 

Enrique Bunbury es un zaragozano bien chilango y el bautizo de mi entrada a este país, sucedió al ritmo de sus letras poéticas y hasta desgarradas, como si fuesen la rockera reencarnación de José Alfredo Jiménez. En el metro mexicano, en el pesero, en la plaza de Coyoacán, en la plaza de Garibaldi, en los tianguis, Enrique Bunbury es uno más que camina por las calles defeñas y sus letras siempre me guiñaron un ojo, en cada paso dado en mi relación con México, que ha cumplido ya una década.

 

Cuando era adolescente escuchaba “Héroes del Silencio”, el grupo en el que el cantante se inició. Sus discos “Senderos de Traición” o “Avalancha” sonaban en el cuarto de mi hermano mayor, quién años después me acompañó junto a su mujer a México DF en calidad de “Groupies”, nos colamos en su camerino y levitamos al ser testigos del pequeño concierto para tres que nos pareció la prueba de sonido. Era 2004 y la primera vez que viajé a México DF, para entrevistarle para el dominical “XL Semanal”. Recuerdo especialmente la experiencia de compartir chapulines y tequila con el y su equipo, en el restaurante “Los Girasoles” del Centro Histórico.

 

El 29 de agosto del 2007 volaba con billete de ida a México y recuerdo viajar con “El extranjero” en mis auriculares, era un bálsamo que me acompañaba en la aventura de mi incertidumbre. El primer artículo que escribí para una revista mexicana fue acerca del regreso de “Héroes del Silencio”, que se publicó en la revista “Espacios” de la desaparecida compañía aérea Aviacsa. Era el primer evento profesional que iba y me senté tímidamente en las gradas para la prensa. En ese concierto conocí a uno de mis mejores amigos actuales. Recuerdo escuchar por primera vez la canción: “Qué tengas suertecita” (Que tengas suertecita, que te conceda la vida, cada día, lo que mereces. Que no te falte de nada, que no te de la espalda, la esperanza) de nuevo una frase mágica que agarré al vuelo como símbolo de un buen augurio.Enrique Bunbury mueve masas en México, convirtiéndose casi en una religión. Sus conciertos allí son todo un espectáculo y sus fieles seguidores le imitan hasta en la vestimenta. Yo fui arrastrada por esa afición, sin perderme ni uno solo de los conciertos que allí daba.

 

Estrenar nuevas vidas que ilusionen, caminar por rutas desconocidas, mirar un paisaje por primera vez, ahora que vivo en Madrid, Bunbury sigue inspirando mis pasos. Ver la ciudad de uno con ojos y curiosidad de extranjero es volver a disfrutarla de nuevo. Yo como periodista que escribe acerca de los Derechos Humanos suena frívolo hablar de la condición de extranjero, cuando existen 12 millones de personas según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) carentes de patria, carentes de hogar. Ser extranjero en la vida acomodada es un lujo, una forma de ver la realidad a través de un cómodo cristal que aporta frescura y ventila los pensamientos y las emociones.

 

El pasado mes de Diciembre, asistí al último concierto que daba el artista zaragozano en el Palacio de los Deportes de la capital española. Al escuchar cada una de las canciones, mis recuerdos volaban de Madrid hasta México. Fui feliz en este concierto donde de nuevo sus letras me invitaron a soñar. No fue casualidad la canción que se quedó en mi retina. “Despierta” (Despierta, todo ha cambiado, nada es como habíamos imaginado… hoy te sientes distinto porque eres distinto, lo que fue siempre lo mismo y cambió, permanecía oculto en ti y ahora está tan claro, es un día soleado y no hay confusión. Despierta)

 

Despertemos, seamos felices y hagamos de la patria el lugar que nos de la gana, porque la patria reside dentro de cada uno.

 

Ahí va ese mezcalito por México, por Bunbury, por los periodistas, por los creadores, las almas puras y los lectores de estas líneas. Gracias. ¡Va por ustedes! ¡Larga vida a este blog!

 

Les deseo un 2015 repleto de sueños cumplidos y magia, siempre magia.

 

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