El grafiti, como una expresión de arte urbano, es una forma de embellecer la capital colombiana con mensajes de rebeldía juvenil, de protesta social, pero ante todo para dejar plasmada en los muros de la ciudad: imaginación, colores y memoria histórica.

 

Esta forma de expresión en Bogotá surgió con fuerza, según un estudio de la Fundación Arteria, en la década de los años 70, después del fraude electoral del 19 de abril de 1970, cuando le dieron el triunfo al conservador Misael Pastrana Borrero, quien se enfrentó al exdictador militar Gustavo Rojas Pinilla.

 

Para denunciar y protestar por el fraude electoral, estudiantes de arte de la Universidad Nacional gestaron un movimiento y empezaron a pintar murales “de gran formato en donde exponían ideales políticos y estéticos en una imagen creada en el espacio público”.

 

Los jóvenes universitarios estuvieron inspirados “en las vanguardias históricas, en movimientos como el Dadaísmo y el Situacionismo, e impulsados por la fuerza irreverente que despertaron las protestas estudiantiles de mayo de 1968”.

 

Los artistas universitarios “se lanzaron a intervenir su territorio, creando imágenes, juegos de palabras y grafiti con contenido satírico que ponían al espectador a crear diálogos con la calle”.

 

Ese movimiento de artistas surgido desde una acción política, hoy 46 años después, se mantiene vivo en los muros y en las avenidas de la ciudad, con un movimiento que cada día es más dinámico con grupos de jóvenes que trabajan y luchan para rescatarlo como parte del arte plástico y romper el concepto que es una práctica de delincuentes.

 

En los murales estos artistas que le roban espacio al espacio urbano, expresan sus ideas frente al medio ambiente, realidades políticas y sociales de su ciudad, del país. Es una narrativa gráfica, es sacar el arte a la calle, a los ojos del transeúnte, es dar le color a una ciudad en la mañana, en el atardecer, en la noche y en el amanecer.

 

Para el joven Harold Poushard, más conocido en el mundo artístico como “Hard”, el grafiti es como “mi esencia de vida. Es una forma de sensibilizar a la gente, decora espacios. Por suerte, actualmente es reconocido con un nivel más alto. Es arte”.

 

Para otros, como el estudiante Miguel Ángel Ullavan, cuyo nombre artístico es “Closh”, el grafiti “es mi vida, es mi pasión, no es vandalismo, en cambio es arte”.

 

Esta expresión artística, se entiende como un acto de protesta, sin violencia que participa de la actividad social, política y preservación de la naturaleza con un medio de comunicación diferente, pero alegre y lleno de colorido.

 

Estas propuestas estéticas y libres en espacios urbanos con textos abstractos en las paredes, de creatividad ilimitada, busca convertirse en un atractivo visual de alto impacto, como parte de un movimiento urbano revolucionario y rebelde.

 

Estos jóvenes grafiteros son obsesivos con su trabajo, con sus propuestas creativas, y su lucha diaria es para que la sociedad entienda que ellos son artistas y “loquitos que andan por las calles buscando muros para pintar por pintar”.

 

Sus propuestas son formas de protestar diferente y cuando en la capital colombiana surgieron grupos contra los grafiteros, ellos optaron por intensificar su trabajo y consolidar su movimiento como expresión artística urbana.

 

En esa fobia de algunos sectores sociales por el grafiti, la violencia ha estado presente y en algunos casos ha llevado a la muerte de jóvenes por balas disparadas desde la complicidad de la noche.

 

De ahí que para hacerse sentir, se idearon una forma más rápida y corta de pintar. A esto se lo llaman tag, tager o etiqueta y se trata de una firma pintada con aerosol y así evitan agresiones de ciudadanos intolerantes o incluso de agentes estatales, que no diferencian entre un artista urbano de calle, de muros y un delincuente.

 

Esta firma corta y compleja de los grafiteros -casi con siglas- que generalmente es un apodo, sirve para posicionar un estilo personal, como es y debe ser el arte.

 

Una propuesta que no solo se limita a enunciar los elementos léxicos y visuales en los espacios públicos, sino que va más allá y busca llevar al espectador a leer y comprender de forma rápida el mensaje entre colores y figuras abstractas y reales.

 

El grafiti, como fenómeno cultural, crece como movimiento en todas las ciudades del mundo, generando redes de artistas que cada día revolucionan el arte urbano y contemporáneo, con más sátira, con más diálogo sin censura y al aire libre.

 

jram