La excepcionalidad suele enorgullecer a los británicos: ser y no ser, tener una religión cuya cabeza formal es la mismísima reina, siempre vincularse a la Europa continental bajo desconfianzas y reservas (hoy crecientes por el Brexit), reivindicar su obsesión por ser distintos, conformar un reino a su vez conformado por varias naciones…, y eso sin profundizar en que comparten a Isabel II como monarca de otra quincena de territorios independientes.

 

Por ello, no puede extrañarnos lo que sucede en su deporte ni, mucho menos, las revelaciones futboleras del ex Primer Ministro, Tony Blair, sobre las que ahora hablaremos.

 

Excepcionalidad británica: un país con cuatro selecciones de futbol (Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte), aunque en otros deportes una de esas mismas selecciones comparte equipo con su vecino soberano (las dos Irlandas en rugby). Un torneo de liga que es inglés, mas incluye a galeses (en la mayor categoría, el Swansea). Un certamen de copa que es escocés, pero que primero integró a galeses y norirlandeses, para hacerlo ya también con dos cuadros de la República de Irlanda. Varios clubes ingleses compitiendo en divisiones menores del futbol galés y otros en el escocés. Una selección británica que sólo se formó para Londres 2012 por la obligatoriedad del Comité Olímpico Internacional de que el país anfitrión compitiera en todos los deportes de conjunto.

 

Rompecabezas complicadísimo en el que Tony Blair intentó mover una pieza medular. Según explicó, una vez que accedió al referéndum que desembocaría en permitir a los escoceses tener su propio parlamento, exploró vías que hermanarán a ingleses y escoceses. “Siempre pensé que debíamos buscar formas para asegurarnos de que la gente sintiera una conexión”, confesó a la BBC de Escocia en el vigésimo aniversario de esa coyuntura. “Estuve por un tiempo obsesionado con la idea de, por ejemplo, que en el futbol debíamos abrir las ligas de Inglaterra y Escocia, y organizarlas juntas”.

 

Un proyecto largamente anhelado por los dos gigantes de Glasgow, Celtic y Rangers, en un afán de elevar su capacidad competitiva, aunque, más aun, su potencial económico. Equipos que así volvían a honrar el nombre de su derbi: Old Firm, la vieja empresa, el viejo negocio. Rivales separados por religión, posturas políticas, historias y hasta cuestiones étnicas, pero siempre tan cercanos cuando de lucrar se ha tratado. Por ello, en el tema de sumarse a la Premier League inglesa son fieles aliados.

 

No obstante, los clubes ingleses, reacios a ceder tajadas de su gran pastel, han obstruido de manera cíclica esa medida –la última vez, un año atrás.

 

Si tan importante era para su proyecto de nación, podemos imaginar la energía negociadora que Blair habrá derrochado en esa medida. Y si el entonces joven e incombustible político fracasó, es señal de que, acaso, dicha integración nunca se consumará.

 

Menos todavía cuando, a raíz del Brexit, tantos escoceses desean repetir el referéndum para separarse de la Gran Bretaña. Escoceses que, a sentir del siempre perspicaz Blair, hoy se sentirían mucho más cercanos a sus compatriotas ingleses con sólo compartir liga de futbol.

 

Twitter/albertolati

 

caem

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