En un mensaje enviado ayer a las 5:16 pm por Twitter el procurador federal del consumidor, Humberto Benítez Treviño, escribió: “Mi sincera disculpa por la conducta inapropiada de mi hija y la sobrerreacción de verificadores de @Profeco. Privilegio sólo para la ley”.

 

Con este mensaje enviado por la red social reaccionó Benítez Treviño a la nota que publicó ayer en primera plana el diario Reforma, en la que relata con detalle la molestia de su hija, Andrea Benítez González, porque en un restaurante de la Ciudad de México no le dieron una mesa en el momento y lugar que deseaba y amenazó con cerrar el restaurante porque su papá era el procurador de Profeco. Según relata el diario, dos horas después llegaron tres inspectores de la procuraduría a clausurar el lugar por supuestas irregularidades en la venta de mezcal y en las reservaciones del negocio.

 

El asunto no es trivial y su consecuencia directa deberá ser la renuncia de Benítez Treviño al cargo.

 

La razón es el compromiso público que hizo el propio procurador de combatir y castigar cualquier acto de corrupción. Apenas el 3 de abril pasado, a raíz del anuncio de inhabilitación y sanciones a funcionarios de Profeco por presuntos actos de corrupción, Benítez Treviño dijo “seremos intransigentes y combatiremos a fondo todo acto de corrupción”.

 

De hecho, el propio boletín de prensa de Profeco de ese día que consigna las declaraciones de Benítez Treviño dice que “en acato a la instrucción del Procurador Federal del Consumidor, Humberto Benítez Treviño, de hacer caer todo el peso de la ley a los funcionarios públicos que no cumplen con la responsabilidad de servir a la población con eficiencia, honestidad y transparencia, se fortalecieron las acciones de depuración de los malos servidores públicos”.

 

Pues bien, el hecho que relata con todo detalle el diario Reforma es un acto de corrupción que no admite disculpas, sino -en palabras de Benítez Treviño- “combate a fondo”. No se trata de responder por la conducta inapropiada de una hija, ni siquiera por la sobrerreacción de funcionarios menores de la procuraduría.

 

De lo que estamos hablando es que ese viernes se evidenció que en la Profeco imperó el uso caprichoso y prepotente del organismo público y de sus recursos para fines particulares, bajo el permiso velado -o autorización expresa- del procurador. Y eso se llama corrupción. La misma que dijo Benítez Treviño que combatirá para depurar a la procuraduría de los malos servidores públicos.

 

Por honor, Benítez Treviño debe renunciar y no esperar a que su jefe, el Presidente de la República, tome una decisión al respecto por las presiones que se ejerzan. ¿Cuándo veremos en México servidores públicos honorables que asuman las consecuencias de sus actos, cualesquiera que éstos sean, como ocurre en otras latitudes?

 

Pero de no hacerlo, el Presidente -que en la última semana vivió su primera crisis política que le obligó a posponer el anuncio de la reforma financiera- está obligado a enviar señales claras sobre las intenciones de su discurso reformador, so pena de iniciar un camino empedrado por la desconfianza; a tan sólo unos cuantos meses de iniciado su gobierno.

 

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