Extraños los tiempos del balón. Idénticos sus rodares en lo sorpresivos e impredecibles.

 

Hace un par de semanas, el aficionado barcelonista perdía su vista en los andamios de La Sagrada Familia, esa iglesia que aún no termina de ser, pensando en lo que ya había dejado de existir seis kilómetros al sur en esa misma ciudad: la era dorada de su venerado club.

 

Los blaugranas –avasallados en la Súper Copa española, decepcionados con el plantel que su directiva estaba configurando, incapaces de aceptar la partida de Neymar y temerosos de que Lionel Messi no renovara contrato– asumían ese fatalismo tan intrínseco a su club…, o, al menos, intrínseco hasta antes de la última década cuando, como se titula un espléndido libro, siempre ganaron.

 

El cuadro era por demás agudo, al coincidir su crisis con un instante de serenidad y esperanza en el Real Madrid: tres de las últimas Champions, campeón vigente de liga, hasta dos jugadores de calidad para cada posición, al fin aplacada la necesidad de su presidente de destruir a golpe de millones lo que funciona.

 

Una quincena después sigue pareciendo tan corto el plantel del Barça como inoperante su directiva, pero quién iba a decirlo: los blancos ya están cuatro puntos detrás en la tabla general, rezagados tras dos empates consecutivos en casa.

 

Vaya paradoja: un Madrid que, incluso con 71 partidos consecutivos anotando, hoy se descubre sin gol, con padecimientos ante la portería rival, adicto más que dependiente a la contundencia del suspendido Cristiano Ronaldo, acaso imprudente al haberse desprendido de dos delanteros (Morata que brilla en Inglaterra, Mariano que golea en Francia) sin buscarles sustituto.

 

Todo lo que era paz en un lado, al menos momentáneamente lo es en el otro. Poco importa hoy que el Barça viva peligrosamente sostenido de la zurda de Messi: de pronto es evidente que los merengues se aferran con alfileres igual de frágiles a la voracidad del suspendido Cristiano.

 

Como los males nunca llegan solos, el Madrid se encamina a un partido de liga por demás exigente en el estadio de la Real Sociedad, sin pilares como Marcelo y Karim Benzema, además del ya mencionado Cristiano.

 

Es decir, que en plena mitad de septiembre su distancia de puntos respecto al Barcelona podría hacerse ya pesada de remontar.

 

Esto apenas comienza, pero al aficionado madridista le cuesta entender que las cosas se ubiquen a la inversa de como, intuía lleno de optimismo, tendrían que estar hoy.

 

Cuando Cristiano recibió un castigo de cinco partidos por su infantil empujón a un árbitro, nadie pensó que su ausencia generaría tamaño vacío. Entre que Gareth Bale confirma su letargo y Benzema además de no anotar se lesiona, ahora el que asume posición para soportar un aterrizaje de emergencia, es el cuadro del Bernabéu.

 

Ya cambiará esto y con similar celeridad se invertirán los roles entre los dos grandes. La duda es en relación con la cantidad de puntos que los separarán para cuando ese nuevo giro del balón, para cuando ese nuevo giro de los tiempos, acontezca.

 

Twitter/albertolati

 

caem

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