BARCELONA.- La ciudad se bañó de sangre justo en su plenitud veraniega que el mundo entero tanto ama y disfruta. Este jueves un grupo terrorista decidió atacar a decenas de persona y acabar con la vida de 13.

 

Cinco de la tarde, las famosas Ramblas de Barcelona fueron invadidas por una furgoneta que arrollaba turistas y locales sin piedad alguna. Ahí empezó el caos, gente gritando, corriendo, llorando, intentando refugiarse para no ser embestido. Un hombre conducía a toda velocidad, al auto se le reventó la maquina justo donde Joan Miró colocó su mural, justo en medio de la Rambla y sí, escapó.

 

Barcelona estaba prevenida de un acto así, desde hacía ya tiempo, seguridad había por las calles en todo momento ¿cómo detener un auto a toda velocidad sobre un camellón repleto de gente? Este acto terrorista estaba planificado, no fue una sola persona, los Mossos de Esquadra han logrado detener a dos, otro resultó muerto al intentar escapar de un reten y el conductor de la furgoneta continua desaparecido.

 

Gente corriendo por las calles, refugiándose en centros comerciales, establecimientos aledaños, policías gritando “no te acerques, que es un acto terrorista”, poco tardó el Estado Islámico en adjudicarse el violento acto.

 

Los gobernantes cancelaron sus vacaciones, llegaron a la Ciudad Condal por la tarde noche para reunirse al comité anti crisis. Son 8 ya los atentados terroristas ocurridos en Europa, Barcelona estaba en la mira, desde hace años el gobierno tenía amenazas continuas sobre todo en época vacacional, pero todos los años eran iguales, seguridad y bañistas, seguridad y fiesta, nadie temía nada, hasta ayer, hasta que las calles se llenaron de sangre.

 

El presidente de España, Mariano Rajoy arribó a Barcelona pasada la media noche, ofreció su apoyo al gobierno catalán y a todos los familiares de las víctimas. Lo dijo sin tropezar, “Barcelona no va a dejar de ser una capital abierta al mundo, ni España va a dejar de ser un país abierto”. Palabras que entre el caos y el desbalance de los acontecimientos deberíamos de guardar para una futura crisis política que está por venir.

 

La ciudad está en silencio, como nunca antes, en el barrio de Gracia se llevan a cabo las fiestas anuales, las más bonitas y vistosas de Catalunya, pero no hay nadie en la calle, no hay música, no hay risas, no hay choque de copas. Barcelona cambió el jolgorio de sus calles por sirenas de ambulancias, helicópteros y silbatos de policía.

 

Entre esa pesadez, la gente respondió, acudió al llamado de los hospitales, llenaron los bancos de sangre en una hora y media aproximadamente, ese turismo que en los últimos días sólo recibía quejas, hoy recibió bondad y amor por parte del pueblo catalán.

 

El resto del día transcurrió entre la tristeza y la desolación, pensando que todo acabaría ahí, llamando a que el viernes, Barcelona despertara en vigilia y todo terminara, pero no fue así, en la madrugada otra furgoneta, ahora en Cambrils, intentaba repetir lo ocurrido en las Ramblas, la policía logró abatirlos, pero fue más preocupante, no sólo querían arrollar a la gente sino que portaban cinturones con explosivos.

 

Dos atentados en un mismo día, indignante, repudiante, que hoy solo nos hacen pensar que es lo que pasa con la humanidad.

 

caem