Más pronto que tarde, el futbol pasará de ese mundo bipolar (Cristiano-Messi) a uno genuinamente plural, que de acuerdo a la historia es lo que resulta normal. Mientras eso sucede, los dos mayores astros contemporáneos alargan ese estado de excepción en el que reinan sin competencia, balón de dos cabezas al estilo de las águilas imperiales de otras épocas.

 

Diez balones de oro consecutivos, una brutalidad a la que en vano buscaremos precedentes: Johan Cruyff y Franz Beckenbauer acaparando cinco trofeos en seis años, Michel Platini y Marco van Basten repartiéndose hasta seis en una década, Ronaldo el brasileño y Zinedine Zidane dividiendo tres y tres durante ocho temporadas.

 

Una década implica no sólo calidad, sino, más meritorio, longevidad: Cristiano conquistó el primero hace justo nueve años, al tiempo que Messi lo hizo ocho campañas atrás. Hegemonía no perecedera, por mucho que en el camino se hayan concedido erróneamente al menos un par de esos galardones –pensemos, por ejemplo, en el de 2010 que correspondía a Andrés Iniesta o Xavi Hernández.

 

2018 sólo será diferente si algún gigante del balón es campeón del mundo, ejerciendo un rol protagónico futbolística aunque también mediáticamente. Todos los caminos llevan a Neymar, ese que ocupa con diferencia el pedestal de deportista por el cual se ha pagado más dinero a lo largo de la historia.

 

Si Brasil se corona en el Luzhniki de Moscú con el ahora atacante del París Saint Germain en papel estelar, será muy difícil que los dos penta-ganadores le desafíen. Si y solo si eso, porque de otra forma no se vislumbra manera de romper con esa dicotomía. ¿Una gran Champions? ¿Arrasar en alguna de las grandes ligas europeas? No parecen bastar para consumar la proeza: a la silla de esos dos reyes sólo se llegará alzando la Copa FIFA…, y acaso ni siquiera así.

 

Considerando el empate al que llegaron este jueves con la nueva consagración de Cristiano, sería maravilloso que el destino les permitiera romper la igualdad en plena Copa del Mundo, lejos de los trabucos y el confort que han supuesto para los dos tanto Real Madrid como Barcelona. Pocos de los grandes dioses del balón se han terminado de consagrar en un Mundial; ahí están Pelé, Garrincha, Beckenbauer, Maradona, Romario, Zidane, Ronaldo, pero no tantos más. Escalón que equivale a escaleras completas fuera de ese torneo, tras ese paso nada se podría discutir sobre su respectiva dimensión histórica –y eso que soy de los convencidos de que nadie antes ha sido tan eficaz tan seguido y por tanto tiempo como ellos dos.

 

Mientras que esa noción se mantiene en el terreno de las fantasías, decenas de plebeyos ven a mucha distancia al par de ases. Neymar se estira todavía sin éxito, Pogba se rezagó, Bale pensó que competía sin llegar a hacerlo, Ribery se oxidó en el intento, Ibrahimovic fue más rival en palabra que juego, el resto observa a años luz.

 

Ese dominio bipolar tiene que terminar más pronto que tarde…, o no.

 

 

Twitter/albertolati