La promoción de la bicicleta no se trata de una moda, sino de una estrategia. Ante los inconvenientes e imposibilidad espacial de seguir fomentando el uso del automóvil, las ciudades deben volcarse a tres estrategias sustentables:

 

1. Cuando sea posible, los viajes urbanos de mediano y largo alcance deberían hacerse en medios colectivos, sobre todo transporte público.

 

2. La bicicleta es un excelente modo de transporte para los viajes de corto y mediano alcance (que estadísticamente son la mayoría).

 

3. La caminata es una muy buena alternativa de desplazamiento para viajes de corta distancia.

 

Pero el transporte público se transforma lenta e inadecuadamente, la bicicleta crece lenta y vulnerablemente, caminar no siempre es agradable ni seguro.

 

La muerte de Montserrat Paredes, usuaria de Ecobici, vuelve a poner el dedo en la llaga, y  a detonar la polémica de qué tan responsable es fomentar el uso de la bicicleta si no está garantizada la seguridad. El propio Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, dio una declaración más que torpe en días pasados: desalentar el uso de la bicicleta donde no se garantice su seguridad (Paseo de la Reforma, por ejemplo) … ninguna medida garantizará más muertes que ésta. A pesar de los riesgos, Reforma Chapultepec está llena de ciclistas en hora pico. Quitar ciclistas elevará la vulnerabilidad de quienes persistan, pero a su vez disminuirá las rutas posibles, lo que redundará en un desaliento al uso de la bicicleta y creará un círculo vicioso.

 

El fomento a la bicicleta tiene también otro problema. Las tres muertes de usuarios de Ecobici ocurrieron en el transcurso de 370 días, eso dice y preocupa mucho. Justamente un año antes del atropellamiento de Montserrat, 24 HORAS publicó esta colaboración.

 

¿Cómo conciliar dos hechos: fomentar el uso de la bicicleta cuando la tendencia estadística nos dice que todavía habrá más ciclistas muertos? Como sociedad debemos ponernos de acuerdo en el modelo de convivencia. Cada que muere un ciclista o un peatón, sobran los que juzgan a la víctima como culpable.

 

La justicia también está desbalanceada. Hoy toda la culpa de la muerte de Montserrat recae en el chofer, quien además huyó, pero no nos damos cuenta que en el fondo el problema está en nuestro modelo de convivencia en las calles. El conductor que cede el paso a un peatón o un ciclista recibe una letanía de cláxones. A esto sumémosle el sexismo y el clasismo: es más tolerado ceder el paso a una muchacha guapa que a indígenas u obreros.

 

Ya podemos poner ciclovías y cebras peatonales en todas las avenidas de la ciudad que seguiremos contando ciclistas y peatones muertos. Lo que debemos revisar es esa estrategia. Al vehículo motorizado se le dio poder hasta que se saturaron las calles, y así ha cobrado la vida a cientos de miles de mexicanos. Y ni los conductores que mataron querían matar, ni los que murieron merecían la pena de muerte, cualquiera que haya sido la circunstancia, porque de fondo lo que está mal es el modelo de convivencia y la estrategia para cambiarlo.

 

Crear una política pública debe centrar el esfuerzo de ésta en la protección a la vida, en la generación de calidad de vida, en la inclusión y en las posibilidades de mediano y largo plazo. La bicicleta no reemplazará todos los viajes, pero sin duda puede quedarse con más de la tercera parte de los menores a 5 kilómetros si logramos construir esta política pública y ser consistentes en su instrumentación.

 

Cualquier otra alternativa nos garantizará miles de muertes por la violencia vial cada año, como hasta ahora, y una movilidad que reduzca la calidad de vida de la mayoría de los usuarios. Luego entonces, o pactamos un nuevo modelo de movilidad, equitativo, sustentable y con visión a cero muertes en incidentes viales, o nos mantenemos en el discurso vacío, el titubeo gubernamental, y el forcejeo entre quienes pugnamos por un modelo distinto y el “conservadurismo cochista”, con las tristes consecuencias que ello conlleva.