“No he querido saber, pero he sabido” son las primeras palabras que Javier Marías escribe en la novela Corazón tan blanco. A lo largo del libro, Marías reflexiona sobre el saber y el no saber. Lo menciono en el contexto del primer aniversario del cierre parcial de la Línea 12 del Metro. ¿Qué tanto sabe el jefe de Gobierno sobre el tema y qué tanto ha preferido no saber, pero sabe que no sabe?

 

Me viene a la mente, de igual forma, el documental sobre Donald Rumsfeld, The unknown known, en el que él mismo, frente a la cámara de Errol Morris, reflexiona sobre el desconocimiento o conocimiento, de lo conocido y lo desconocido.

 

Pruebas_Linea_12-7

 

Desde que cerró la Línea 12 del Metro he sostenido, como pocos, que está bien construida, sus problemas no serían mayores a los de otras líneas en el mundo, de no haber sido por el cierre de la mitad de sus estaciones. En un escenario, la dirección del Sistema de Transporte Colectivo Metro no ha sido capaz de enfrentar los problemas de la Línea; en otro, los problemas de la Línea fueron utilizados políticamente.

 

La información parcial que alimenta la tesis de la mala construcción de la Línea ha sido constante y ha permitido crear mitos sobre costo y calidad de la Línea y los trenes, el costo de los dólares con los que se pagan los trenes, entre otros. Pero ¿qué tanto el jefe de Gobierno se ha abocado a entender lo que realmente sucedió en la Línea 12?

 

En estos meses se ha hablado de inhabilitaciones y denuncias penales. ¿De verdad tiene el GDF las armas para ganar los juicios? Se ha hablado de que es necesario cambiar los trenes ¿Esperan lograrlo sin que el proveedor eche mano de sus recursos legales? Insisto, me pregunto hasta dónde saben que saben, saben que desconocen, desconocen que saben o no saben que no saben.

 

Hace unas semanas, Stuart Grassie, un especialista en desgaste ondulatorio, problema dominante en la Línea 12 y muchas otras líneas en el mundo, se reunió con el secretario de Obras y Servicios del Distrito Federal, Alfredo Hernández, así como con otros altos funcionarios de la administración de Miguel Ángel Mancera.

 

La primera pregunta que hizo el especialista fue ¿por qué cerraron? en referencia a que los problemas podían atenderse en operación plena. Y les dio clase: lo que se está haciendo para reparar la Línea 12 del Metro no resuelve el problema de desgaste ondulatorio, lo que lo resuelve es mucho más simple y ha sido experimentado en líneas con problemas más severos que las vías a Tláhuac: modificar la fricción mediante dispositivos diseñados para ello.

 

¿Sabe el jefe de Gobierno que existen dispositivos para modificar la fricción en las curvas? ¿Sabe que el mantenimiento que se dio a la Línea fue insuficiente por incapacidad de sus propios subordinados o se ha quedado con la versión superficial de que la Línea está mal construida? ¿Qué ha querido saber y qué ha sabido de la Línea 12 del Metro?

 

El cierre de Línea 12 es uno de los hechos que han demolido la popularidad de Mancera. ¿Sabe diferenciar entre la ausencia de mantenimiento que sufrió la Línea 12 y la problemática de desgaste ondulatorio inherente a muchas otras vías en el mundo con las mismas características? Lo que sepa o no sepa es preocupante, porque lo que pasa en el Metro tal vez esté sucediendo en otras oficinas de gobierno, y, sobre todo, lo que Mancera sepa o no sepa, puede responsabilizarlo mañana por acción u omisión.