En México tenemos por costumbre hacer distinciones entre los iguales. Una de esas circunstancias es la distinción en la representación política: los diputados plurinominales son vistos como seres inferiores a los de mayoría relativa. Hasta en los perros hay razas, dirían. Los diputados de lista plurinominal tienen las mismas facultades que los de mayoría relativa, pero estos últimos generalmente presumen como párvulos “mi papá gana más que el tuyo”, “yo soy diputado por mayoría”.

 

Como los diputados y senadores siempre nos están dando de qué hablar, los diputados y senadores plurinominales están en la cuerda floja. Su verdadero valor queda oculto detrás de escándalos con “teiboleras”, conversaciones grabadas, siestas en el pleno, que sin embargo no hacen distinción entre mayoría relativa y plurinominales.

 

Por años he escuchado la ligereza con la que líderes de opinión han hablado de los malditos zánganos plurinominales. Deberían desaparecerlos. Sólo le cuestan al país y nadie los eligió. Tengo otra perspectiva, sin duda contradictoria con la solicitud maniquea de una consulta pública para la eliminación de 100 diputados:

 

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En primer lugar, la consulta pública sobre el número de diputados y senadores sí es un tema electoral y por lo tanto no debería ser objeto de referéndum: baste ver la historia de las reformas constitucionales para crecer el número de diputados y senadores. Invariablemente ha sido durante las reformas electorales y, hasta antes de la reforma de 1996, fue parte del “tomaydaca” del PRI para no conceder la autonomía del órgano electoral.

 

En segundo lugar, la decisión de tener diputados de representación proporcional obedece a un tipo de sistema político, que ciertamente no es el único posible. Un sistema político sin representación proporcional tenderá a la sobrerrepresentación de un partido, a no ser que sea bipartidista. La reducción en el número de plurinominales también podría ocasionar esto, si no fijamos nuevas reglas, y eso da ventajas al PRI.

 

En tercer lugar, la forma de distribución de los diputados plurinominales puede hacer la diferencia: si los diputados plurinominales se distribuyen en una sola lista, y no en cinco listas como hasta ahora, podemos contar con una representación proporcional real de todos los partidos en la Cámara de Diputados.

 

La propuesta de reducir 32 senadores y 100 diputados de representación proporcional, a través de una consulta pública, como lo anunció el presidente del PRI, César Camacho, es irrelevante y demagógica. Irrelevante porque el mismo día que se vote estaremos eligiendo, por tres años más, 200 diputados plurinominales; y demagógica, porque no estaremos discutiendo en realidad la pertinencia, o no, de la representación proporcional.

 

Uno de los beneficios que el PRI ve en su propuesta está justo en la sobrerrepresentación de su partido: el PRI tiene mejor distribuida su votación por todo el país y, con votaciones similares, puede ganar más distritos electorales, a diferencia del PAN y PRD que tienden a concentrar su fuerza en ciertos estados y municipios. La propuesta de consulta pública, por lo tanto, busca que a partir de la LXIV Legislatura, el PRI pueda aprobar reformas legales sin tener que negociar con otros partidos y reformas constitucionales mediante una negociación barata.

 

Me parecería más franco votar una reducción simultánea tanto de los plurinominales como los de mayoría: un congreso de 500 diputados o uno de 400 no me hace gran diferencia, sobre todo cuando los legisladores suelen votar en bloque. Así que pasar a un sistema de 150 diputados de mayoría y 100 plurinominales funcionará igual que el actual pero a la mitad de costo. Pero en todo caso, esto nos marca la necesidad de que no sea por consulta pública sino mediante una discusión más profunda, cuya solución no es binaria.