Esta semana fui invitado por “El Poder del Consumidor, A. C.” a un foro para hablar sobre las perspectivas de la Ciudad de México en materia de contaminación atmosférica y congestión vehicular. La situación actual es grave y sabemos cuáles son las causas.

 

Tras años de tendencia descendente, la contaminación está creciendo y con ello se activan las precontingencias en más ocasiones y vendrá pronto una gran contingencia ambiental. Las medidas necesarias tardarán en surtir efectos y estrictamente serán costosas, política y económicamente, por lo que deberán ser financiadas por los propios automotores.

 

Cada día hay más automóviles, producto de la venta misma de vehículos y de la reciente posibilidad de obtener la calcomanía 0 para todos y no sólo en los de modelo reciente. La congestión también se percibe y posee las mismas causas. El origen de la contaminación está principalmente en los vehículos automotores, incluidos entre ellos los de carga y transporte público.

 

Las medidas necesarias implican sacrificios de quienes hoy conducen: o pagan más, o circulan menos, o ambas.

 

Si la verificación vehicular no se hace más estricta en los próximos meses, seguirá creciendo el número de autos en circulación. Esta es la medida que resulta más urgente, pero debe ser igual en Ciudad de México que en los municipios conurbados. La Secretaría de Medio Ambiente de la Ciudad de México no puede endurecer la verificación sola, porque entonces muchos verificarán en el Estado de México. Todas las culpas se le achacan a la Ciudad de México, pero la responsabilidad es compartida.

 

Necesitamos crecer y mejorar el transporte público. Las redes están congestionadas y son de mala calidad. Las líneas del metro que conducen a los centros generadores de empleo están saturadas; los autobuses no han mejorado y carecen de carril exclusivo; la penetración de la bicicleta es limitada. El problema es que eso cuesta y hasta el momento no hemos tenido el ritmo de inversión que se requiere.

 

De corto plazo deberemos lograr la transformación de los microbuses en un robusto sistema de autobuses, con carriles exclusivos y una oferta que evite circular saturados durante la hora pico. Eso no se paga con las tarifas actuales y tampoco sería recomendable un salto abrupto en éstas, considerando los impactos sociales. Esto se paga con subsidio para establecer otro modelo de gestión del transporte, pero con un presupuesto público limitado hay que obtener los recursos de los propios automovilistas (o no hacer gran cosa, como hasta ahora).

 

En el largo plazo, la Ciudad de México deberá volver a incrementar su red del metro al ritmo que lo hizo en los años sesenta y ochenta. Los “distritos”, como los delimitó la Encuesta Origen Destino de 2007, con mayor participación relativa de viajes en metro (alrededor de un 50% de los viajes) son 3: Zócalo (Centro Histórico), Zona Rosa (hasta Buenavista) y Pantitlán. Son áreas con una fuerte presencia del metro (5 líneas en el primer caso y 4 en los otros dos). La oferta de metro debe crecer en los corredores Insurgentes y Reforma, así como en zonas como Polanco, y será la única forma de reducir la dependencia del auto.

 

Hoy día, sin embargo, el costo de construir metro ronda los 2 mil millones de pesos por kilómetro subterráneo. Con el presupuesto actual es imposible alcanzar un crecimiento de 10 kilómetros de metro por año. Entonces debemos detonar una estrategia financiera que lo permita; o bien, acostumbrarnos a la congestión y a las contingencias, enfermedades y muertes provocadas por la contaminación. Algo inaceptable, a mi juicio.