Por años evité los taxis: odio tener que estar discutiendo con los taxistas su obligación de cobrar con taxímetro. En zonas como Polanco, todos los sitios establecen una tarifa mínima muy superior a la autorizada. El surgimiento de apps para llamar taxis desde el celular (Easy Taxi y Yaxi, en mi caso) me facilitó la vida; sin embargo, la recurrencia de taxis sucios me hizo dejar de utilizarlas cuando surgió UberX.

 

No entraré en la discusión sobre si son taxis o no. Es un “servicio privado” porque no se ofrece de manera abierta a la población, sino mediante una suscripción que se da al momento en que uno instala la app. Bajo las definiciones legales de servicio privado, Uber, y su competencia Cabify, necesitan una regulación en el Distrito Federal.

 

Actualmente hay tres servicios Uber: sedanes compactos, sedanes amplios y camionetas de tres filas. Uno puede inscribir un auto y conseguir al chofer o manejar su propio auto. Supe ya de una persona que financió más de 30 vehículos a choferes que le van pagando su propio auto, lo que los incentiva a trabajar, indebidamente, más de 12 horas.

 

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Estos servicios abaratan los viajes desde o hacia el aeropuerto. En vez de pagar taxis de 250 pesos desde el aeropuerto, o 180 hacia allá, suelo pagar alrededor de 110, pero lo más importante, viernes por la noche, por ejemplo, he logrado evitar las enormes filas para los taxis del aeropuerto.

 

Otra ventaja que veo son los viajes metropolitanos: dado que las autoridades del Estado de México y el Distrito Federal han sido incapaces de ofrecer o regular los servicios metropolitanos, Uber y Cabify simplifican y abaratan al usuario estos viajes.

 

Internacionalmente, Uber ha causado polémica en muchas ciudades. Hay incluso casos documentados en los que Uber ha sido un competidor desleal. Por ejemplo, cuando entra un nuevo rival al mercado, solicitan vehículos de la competencia simultáneamente para luego cancelar el servicio, lo cual les da los números telefónicos de los choferes para hacerles ofertas económicas y retrasa la prestación del servicio a los verdaderos usuarios.

 

En el DF, la autoridad está anunciando la regulación dentro de pocas semanas. El asunto pareciera lógico, pero a la vez, dadas las limitaciones que ha mostrado la autoridad, genera preocupaciones. Por un lado, está la perspectiva del usuario, que quiere mantener un servicio moderno, frente a las fallas o abusos de los taxis. Por otro, la perspectiva de los concesionarios de taxi, donde lo que hace falta es modernizar la prestación del servicio antes que el cambio tecnológico reduzca su mercado. Y un tercer punto es la regulación a un servicio que nace autorregulado por el mercado, cuyos usuarios califican a los choferes.

 

Si la Secretaría de Movilidad del DF no abre la discusión del reglamento de la Ley de Movilidad a la sociedad, los más afectados seremos los usuarios: Uber pretende generar una regulación que signifique barreras de entrada a sus competidores, por un lado; y por otro, el otorgamiento de una placa especial a los vehículos de Uber y Cabify cancelaría los viajes metropolitanos o desde el aeropuerto, en perjuicio de los usuarios.

 

Por último, la regulación debe tener en cuenta ciertos elementos básicos, como la obligación de que los prestadores de servicios basados en apps abran sus datos agregados origen-destino, considerando ruta y horario, a favor de la ciudad; la limitación del número de horas continuas que la misma persona puede conducir un auto, y garantizar de manera electrónica el cumplimiento al Reglamento de Tránsito.