Lo hizo en Puente Grande.

 

Luego en Almoloya.

 

Y, ni duda cabe a las autoridades, Joaquín el Chapo Guzmán Loera planeaba fugarse una tercera vez de la cárcel de Ciudad Juárez, Chihuahua.

 

En los tres casos hubo relajamiento de controles, una proclividad fácil de constatar en cualquier centro de reclusión pese a su eufemismo penal de alta seguridad.

 

Y sí se evitó una tercera evasión, tal vez por casualidad.

 

A la historia:

 

En Puente Grande, de donde salió el 19 de enero de 2001 durante el gobierno de Vicente Fox, el Chapo Guzmán Loera recibía trato privilegiado y hasta de respeto de las autoridades penitenciarias.

 

En Almoloya, con ese escape de película en un largo túnel con acceso directo a su celda, el personal de vigilancia le tenía tanto respeto como lo demuestran las grabaciones:

 

Don Joaquín, ¿está ahí? –pregunta su celador.

 

Un abogado tras otro para…

 

Reaprehendido en enero del año pasado, las cosas no iban mejor en Almoloya.

 

El Chapo alternaba abogados y visitas conyugales, con quienes dialogaba sin palabras, pero con mensajes en papel sanitario.

 

Sus constantes visitantes salían con papel y el resto era destruido para evitar su lectura.

 

De esa manera no era posible tener información confiable; dialogaban sobre su proceso o planes para reorganizar el cártel de Sinaloa o un nuevo escape.

 

Ni siquiera EU fue informado

 

Pero el 18 de enero se dio un hecho de noche.

 

El Quinto Tribunal Colegiado en Materia Penal negó el último amparo en curso y autorizó el envío de Joaquín el Chapo Guzmán Loera para enfrentar cargos en seis cortes de Estados Unidos.

 

La información llegó al consejero jurídico de la Presidencia, Humberto Castillejos.

 

-Por casualidad –asegura una fuente, aunque en política no hay coincidencias.

 

Castillejos informó a Enrique Peña, y el presidente, vía el teléfono rojo, ordenó dar seguimiento a Miguel Ángel Osorio Chong para acatar el mandato judicial.

 

Osorio Chong citó a los secretarios de Defensa y Marina, Salvador Cienfuegos y Francisco Soberón, y al procurador Raúl Cervantes para una reunión de emergencia a deshoras y en un lugar ultrasecreto.

 

Ninguno como el llamado cuarto de guerra de la PGR, y sin más convocados para evitar filtraciones.

 

-Ni Estados Unidos sabía –me aseguró un altísimo funcionario.

 

Era la madrugada del jueves 19 de enero.

 

Tropas especiales cercaron el penal de Ciudad Juárez. Cuando su abogada se despidió de Guzmán Loera, se cortaron la luz, las comunicaciones, los accesos…

 

Ya era tarde para la defensa.

 

Se le leyó la sentencia al Chapo, quien la escuchó resignado, y de inmediato se le subió a un helicóptero y de ahí al aeropuerto y al avión esposado y, cuando ya no había riesgo alguno, se restablecieron los servicios al penal y se le informó al gobierno de Barack Obama.

 

En 15 minutos se operó todo.

 

Y así se fue Guzmán Loera a Nueva York, a donde llegó hacia las siete de la noche, hora de México, y donde ahora ha perdido muchos de los beneficios recibidos en Puente Grande, Almoloya y Ciudad Juárez.