En enero de 1972 se expidió la ley que regula el uso de armas de fuego y explosivos; en ella se da permiso del uso de algunas armas a particulares, aunque inclusive en su artículo 36 señala la prohibición de acudir armados a celebraciones públicas. Es aquí donde el espíritu de la ley y los legisladores de aquel entonces preveían como riesgo la posesión de armas de fuego en eventos masivos.

 
El mundo actual presenta nuevos riesgos, nuevas formas delictivas, el uso de la cibernética para cometer delitos entre menores o en temas financieros, el incremento de la violencia y la presencia de las armas de fuego en la comisión de hechos delictivos. En este sentido, durante la última semana en la Ciudad de México se registraron varios homicidios, en los cuales en 60% de los casos se emplearon armas de fuego.

 
Hoy, el arma de fuego representa un potencial riesgo para la vida humana; ésta se utiliza por el delincuente para sobreponer su actividad vinculada a la violencia y el miedo, por lo cual resulta indispensable entender que la legislación que regula las armas de fuego actualmente es obsoleta, es un cuerpo legal de hace 45 años, en donde no se tenía el riesgo actual de su uso, por ello la necesidad de penalizar mayormente, de privar de la libertad de manera preventiva al portador de ellas, sin atender a la condición de calibres, sino en la lógica simple de que es una herramienta que atenta contra la vida y la integridad física de las personas.

 
Todos los sectores sociales, gubernamentales, legislativos y judiciales deberían sumarse a esta intención de erradicar el uso del arma de fuego entre la sociedad y obviamente de los criminales. No existe otra lógica para abatir cifras de homicidios, sino atendiendo a una de sus mayores causas que es el arma de fuego.

 
Respecto a la Ciudad de México, se decomisaron más de 419 armas de fuego en lo que va del año. Sin embargo, ante las deficiencias sistémicas, los portadores de estos objetos salen a la calle nuevamente con la misma intención de delinquir.

 
No esperemos más. No dejemos a nuestros niños y jóvenes a merced de modelos violentos. No consideremos normal la presencia de las armas de fuego. Debemos crear en su conciencia el riesgo que implica y el valor de la vida misma. Sólo así se contendrá el flagelo del uso del arma de fuego en eventos criminales y el incremento de la tasa de homicidios, sancionando mayormente la utilización al portador y a quien hace apología de ello.

 
En la Ciudad de México trabajamos con modelos preventivos, como es el Programa de Desarme Voluntario, que ha dado como resultado la recuperación de 200 armas de fuego, 18 mil 474 cartuchos útiles y 31 granadas de fragmentación; con ello se ha beneficiado a más de mil 150 personas. Esto constituye un esfuerzo por retirar las armas de fuego, sin embargo impulsemos políticas públicas con una legislación que esté acorde a la coyuntura actual.
La policía, en defensa de la sociedad.