En las calles, el transporte público, los centros de trabajo, oficinas, Metro, hogares, escuela, en los smartphones y tabletas, prácticamente en cualquier objeto, sitio o rincón de la Ciudad de México hay luz artificial. Nada hay de extraño en esto, por el contrario, es parte del dinamismo y frenesí de una urbe como la nuestra, donde la electricidad es imprescindible. Pero al enterarnos que ésta luz nos daña y enferma, las cosas cambian.

 

Uno de los principales padecimientos que produce la vida moderna de una ciudad como el Distrito Federal son los trastornos del sueño. Las razones son muchas y cambian de un caso a otro: dormir tarde y levantarse temprano para ir a la escuela o trabajo; consumir cafeína o simplemente los malos hábitos del sueño.

 

Pero, de todos los motivos que afectan el sueño, ninguno como la luz artificial. Sin ella, pocas personas usarían la cafeína para mantenerse despiertos, precisa Charles Czeisler, jefe de la División de Medicina del Sueño del Brigham and Womens’s Hospital, en la revista Nature.

 

 

Casi nunca es de noche. Eso lo puede comprobar cualquier persona que viva en una gran ciudad. Apenas el sol cae, las luminarias de las calles se encienden y los autos prenden sus faros.

 

A esta luz artificial exterior se le añade la de las casas y teléfonos móviles, tabletas que emiten una frecuencia de luz extremadamente perjudicial para que nuestro organismo se prepare de manera natural para conciliar el sueño.

 

En su artículo, sugiere que la luz artificial afecta el ciclo de sueño de las personas, puesto que el organismo se engaña al percibir rayos de luz cuando ya es de noche, lo que altera nuestro reloj biológico que administra el tiempo que dormimos y el que permanecemos despiertos.

 

Luz excesiva alerta procesos esenciales

 

En el mismo sentido se expresó la Asociación Americana de Medicina, que en su última reunión anual afirmó que “la excesiva exposición a la luz durante la noche altera estos procesos esenciales (del sueño) y puede crear efectos potencialmente perjudiciales”.

 

Con los procesos esenciales se refiere al ritmo circadiano, que es el reloj biológico que nos manda la alerta del momento en que debemos dormir y que nos emite otra para que despertemos al cabo de un tiempo considerable en el que el cuerpo ya descansó.

 

Alterar este proceso de sueño repercute en patrones de alimentación, que a la larga llevan a la obesidad; además de la actividad cerebral y la regeneración celular.

 

¡No sigas la luz!… deprime

 

En tanto a finales del año pasado, un estudio de la Universidad Johns Hopkins, de Estados Unidos, advirtió que la luz artificial en demasía puede alterar nuestra capacidad de aprendizaje causando incluso depresión.

 

La explicación es que la exposición crónica a la luz brillante, ya sea del salón o la oficina, aumenta los niveles de una hormona de estrés del organismo, lo que deriva en depresión y disminuye la función cognitiva.

 

“Lo que hemos visto, en resumen, es que la exposición crónica a la luz brillante, incluso aquella de nuestro propio salón o la que tiene por la noche un trabajador por turnos, aumenta niveles de una hormona de estrés del organismo, lo que desencadena depresión y disminuye la función cognitiva”, señaló Samer Hattar, profesor de biología en la Universidad Johns Hopkins.

 

El estudio muestra cómo determinadas células del ojo de los animales, llamadas ganglionares de la retina intrínsecamente fotosensibles o ipRGCs, se activan a consecuencia de la luz brillante, lo que, según los investigadores, afecta el centro cerebral del estado de ánimo, memoria y aprendizaje.

 

Aunque el trabajo se ha realizado en ratones, los científicos advierten que estos resultados son fácilmente extrapolables a los humanos. Según Hattar “Los ratones y los seres humanos somos, en realidad, muy similares en muchos aspectos; uno de ellos es que los dos tenemos estás células en los ojos, y nos afecta de la misma manera. Además, en este trabajo, hacemos referencia a estudios anteriores llevados a cabo en seres humanos en los que se muestra que la luz, en efecto, tiene un impacto en el sistema límbico del cerebro humano”.

 

Se sabe que los días más cortos del invierno hacen que algunas personas desarrollen una forma de depresión conocida como “trastorno afectivo estacional”, cuya ‘cura’ está en la ‘terapia de la luz’, que es la simple exposición de forma regular a la luz brillante.

 

El equipo de Hattar analizó cómo beneficiaba la ‘terapia de luz’ a los ratones. Sometieron a los animales a una exposición de 3.5 horas de luz e igual tiempo de oscuridad. Los resultados mostraron que la luz no interrumpía el ciclo del sueño pero provocaba que los animales desarrollaran comportamientos depresivos.

 

“Mostraban falta de interés hacia el azúcar o la búsqueda del placer. Además, presentaban una mayor dificultad de aprender procesos nuevos, mucho mayor que la de los ratones con un horario regular de ciclo luz-oscuridad”.

 

Para Hattar, los resultados indican que los seres humanos deben tener cuidado con el tipo de exposición prolongada y regular a la luz brillante durante la noche, algo extremadamente frecuente en nuestras vidas, ya que puede tener un efecto negativo sobre nuestro estado de ánimo y la capacidad de aprender.

 

“No estoy diciendo que tenemos que estar en oscuridad total por la noche, pero sí que encendamos menos lámparas y menos intensas; en una palabra, las que realmente necesitemos”, afirma.

 

La amenaza de los LED

 

Charles Czeisler advierte que sustituir los focos incandescentes tradicionales por energías como los LED, cada vez más usados en televisores, celulares, tabletas y computadoras, conllevan a un problema ignorado.

 

Según el experto en sueño, la exposición durante la noche a los LED es más perjudicial para los ritmos circadianos, la secreción de melatonina y, por ello, para el sueño que la iluminación incandescente.

 

Por eso, considera una necesidad investigar más a fondo sobre el impacto biológico de la luz artificial, y, tratar de avanzar en las tecnologías de luz para mitigar este problema.

 

Además, de acuerdo con un estudio de la Comisión Europea, existe la preocupación de que la luz artificial, compuesta de luz visible y radiaciones ultravioletas e infrarrojas, puedan ser dañinos para la piel y los ojos.

 

“Algunas personas con enfermedades que las hacen fotosensibles afirman que las lámparas de bajo consumo (principalmente lámparas compactas fluorescentes y diodos emisores de luz [LED]), que van sustituyendo a las lámparas incandescentes, empeoran sus síntomas e influyen en un gran número de enfermedades”, se lee en el artículo que puede ser consultado en su página de internet.

 

Agrega que “el uso prolongado de algunos tipos de lámparas fluorescentes compactas (CFL, siglas del inglés “compact fluorescent lamp”) a poca distancia puede exponer a los usuarios a niveles de UV próximos a los límites establecidos para proteger a los trabajadores de lesiones cutáneas y oculares”.

 

Falta de sueño, un riesgo silencioso

 

A pesar de que cada vez hay más información sobre los efectos negativos de no dormir las horas suficientes, aunque también hay una crítica o debate sobre si esto implica pereza o no, a la gente parece no importarle, o en el mejor de los casos, lo saben pero las decisiones de dormir más son ajenas a ellos.

 

No dormir lo suficiente, según cita el diario español ABC a Elie Dolgin de Nature, puede dañar el sistema inmunológico, presentar signos de enfermedad de la arteria coronaria e inflamatoria, hacer que las vacunas sean menos eficaces, e incluso puede ser la antesala de una enfermedad neurodegenerativa.

 

Perder el sueño y tener problemas para dormir, podría, según un estudio publicado recientemente en JAMA Neurology, ser un paso previo antes de que aparezcan los síntomas de la enfermedad de Alzhéimer, como pérdida de memoria o problemas cognitivos.

 

La recomendación a todo esto es simple y la dice Virend Somers, cardiólogo de la Clínica Mayo en Rochester, Estados Unidos: “tenemos que dormir bien hoy para evitar problemas de salud a largo plazo. Es de sentido común”.