Andrés Manuel López Obrador es quizá el político más habilidoso de los últimos 25 años. Tan es así que se encuentra en una posición de privilegio en las preferencias para las elecciones presidenciales de 2018 en lo que será su tercer y quizá último intento por llegar a Los Pinos, por lo que está, como buen político, haciendo y diciendo de todo con tal de ganarse a sectores a los que nunca había apelado en los comicios de 2006 y 2012.

Hoy, a diferencia del pasado, López Obrador convoca a militantes de todos los partidos a sumarse a su candidatura para rescatar a México de la “mafia del poder”, ofrece una suerte de amnistía a los funcionarios y gobernantes en los estados, impunidad, pues, para arrancar una suerte de cambio con borrón y cuenta nueva.

Y ahora, lanza ofertas de aumento de salarios a los militares para componer el resbalón que dio al involucrar de manera directa y sin pruebas al Ejército Mexicano en la desaparición y muerte de los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa, Guerrero; pifia que sin duda aprovechó el gobierno de Enrique Peña Nieto para lanzar a dos de sus pesos pesados -el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el vocero presidencial, Eduardo Sánchez- a exigirle que demostrara con evidencia sus dichos ante el enojo de la clase castrense y de manera rápida y contundente el tabasqueño le dio la vuelta al tema haciendo algo más que un guiño a los militares; de plano les ofreció dinero vía salarios y promociones.

Es de esperarse que en su permanente campaña presidencial, el líder del Movimiento Regeneración Nacional ofrezca todo a todos con tal de conseguir los votos necesarios para llegar a la Presidencia, prometer y no cumplir es una característica propia de la mayoría de los políticos, así que no hay que espantarse por ello ni rasgarse las vestiduras. Lo que es verdaderamente sorprendente es la capacidad de López Obrador para entender el momento y rectificar aun a costa de contradecirse totalmente a sí mismo.

Lo que también es impresionante es cómo los liderazgos populistas que construyen su liderazgo y capital electoral con base en las profundas carencias materiales y culturales de grandes grupos sociales ocupan las mentiras y giros ideológicos como herramientas eficaces y muy redituables en la arena pública y junto con Andrés Manuel López Obrador, el ejemplo más acabado es el Presidente estadounidense, Donald Trump, quien no tiene empacho alguno en mentir de forma descarada y simplemente descalificando a sus críticos o a los medios precisamente de mentirosos: el mago de las fake news acusa a los periodistas y opositores de ser los autores de las fake news.

Y así nos seguiremos yendo de aquí al proceso electoral de 2018, entre bandazos y engaños, en una competencia en la que AMLO por ahora va a la cabeza mientras no se defina a los candidatos del PRI, el PAN, el PRD y algún independiente prominente. El caso es que no se ve aún cómo le puedan bajar las preferencias al Peje sin volver a victimizarlo como hiciera el ex presidente Vicente Fox hace 11 años con los videoescándalos y el desafuero.