El encuentro de Andrés Manuel López Obrador con los intelectuales resultó intenso. Ahí estaban académicos, políticos y activistas firmantes de un desplegado publicado en marzo con preguntas a los candidatos presidenciales, escuchando las propuestas programáticas del tabasqueño. Finalmente llegaría la pregunta que detonaría la discusión: ¿aceptará los resultados de la próxima elección presidencial en caso de que no le sean favorables?

 

María Elena Morera, presidenta de la organización civil Causa en Común, fue la encargada de hacer el cuestionamiento. López Obrador lucía incómodo. Algunos asistentes a la reunión como el ex canciller Jorge Castañeda, el ex secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont; el politólogo Sergio Aguayo, la escritora Ángeles Mastretta y la ex candidata presidencial Cecilia Soto, parecieron salir de un letargo para enderezarse en su asiento y fijar su atención en las palabras del tabasqueño.

 

“No se puede repetir lo del 2006. Pónganse en mi lugar. Si se hace un fraude, ¿cómo se va a aceptar? Es un acto de traición a la democracia, es traicionarnos a nosotros mismos. Si ustedes ayudan a que la elección sea limpia y libre, esto permite a todos aceptar las reglas. Pero si usan dinero a raudales para favorecer a un candidato, no hay equidad en los medios, si hay guerra sucia y todavía hay que respetar porque si no te acusan de rijoso y ambicioso, pues no es así”, respondió.

 

“Por mí no se preocupen, yo siempre he actuado de manera responsable y lo voy a seguir haciendo”, agregó.

 

El escritor Héctor Aguilar Camín se mostraba inquieto. Pidió la palabra para alabar la precisión de López Obrador para exponer sus planteamientos, así como algunas coincidencias con sus adversarios políticos, lo cual dijo, favorecerá la construcción de acuerdos. Sin embargo, no pudo ocultar su malestar por la manera en que condicionó los resultados de la elección. Argumentaba que aunque la democracia mexicana es un “sistema imperfecto, con huecos y espacio para trampas”, desconocer el trabajo de las instituciones sería equivalente a decir que los esfuerzos por construir una democracia ciudadana en las últimas tres décadas no han servido para nada.

 

“Lamento decirte Héctor que, en efecto, hay que empezar de nuevo. Por eso hablamos de transformación. Se requieren cambios profundos en todos los órdenes de la vida pública, ya no funciona este modelo ni en lo económico, lo social, ni lo político”, contestó el candidato.

 

Señaló que la falta de una cultura democrática en México provoca que, por ejemplo, cada seis años tenga que reformarse la ley electoral, situación que no ocurre en otros países. Luego arremetió contra el Instituto Federal Electoral. “La integración del consejo del IFE es partidista, sesgada, no son ciudadanos. Están ahí porque los recomendó el PRI, el PAN o el PRD, eso no debe de ser. Se ha retrocedido. El mejor momento que hemos tenido es lo que se expresó en el 2000 con la transición pero después se retrocedió. El 2006 fue un retroceso absoluto y no salimos de eso”, dijo.

 

Aseguró que a pesar de que los “dados están cargados”, su movimiento apostará a que la conciencia democrática que existe actualmente en la ciudadanía permitirá validar su posible triunfo en las casillas a pesar del obsoleto sistema político.

 

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