A Andrés Manuel López Obrador se le puede tachar con argumentos sólidos de conservador, autoritario, fascista, traidor, mentiroso o de ser beneficiario de la corrupción, pero si de algo no puede ser calificado es de tonto o carente de talento. Por eso no hay que echar en saco roto que ponga sobre la mesa analizar dar amnistía a los líderes de los cárteles del narcotráfico y las bandas criminales generadoras de violencia.

 

No se trata de una locura o de un resbalón, sino de una estrategia clara de López Obrador para hacerse de todo tipo de aliados y cosechar simpatías entre cualquier grupo social, político o, de plano, criminal con el fin de satisfacer su ambición de poder y llegar a la Presidencia de la República.

 

Ya desde el año pasado hizo una oferta similar a los políticos y funcionarios presuntamente corruptos de todos los partidos en una suerte de borrón y cuenta nueva, supuestamente para lograr un gran acuerdo de conciliación, y de ahí en adelante.

 

El 11 de agosto de 2016 así lo ofreció AMLO: “Les decimos a los integrantes del grupo en el poder que, a pesar del gran daño que le han causado al pueblo y a la nación, no les guardamos ningún rencor y les aseguramos que, ante su posible derrota, en 2018, no habrá represalias o persecución para nadie. Declaramos esta amnistía anticipada, porque lo que se necesita es justicia, no venganza”.

 

El sábado pasado en Quechultenango, Guerrero, López Obrador soltó sin más la posibilidad de convocar a “un diálogo para que se otorgue amnistía, siempre y cuando se cuente con el apoyo de las víctimas, los familiares de las víctimas. No descartamos el perdón”.

 

Los reporteros le pidieron ser más específico. “¿Esta amnistía alcanzaría a los líderes de los cárteles?”, preguntaron.

 

“Vamos a plantearlo. Lo estoy analizando. (…) Vamos a explorar todas las posibilidades, desde decretar una amnistía…”, fue la respuesta del virtual candidato presidencial de Morena.

 

Así las cosas, vemos a un López Obrador en su total pragmatismo y echando mano de cualquier tipo de recursos que busca abrirse camino en regiones de complicado acceso por los niveles de violencia o en las que Morena no tiene presencia, como en la zona norte del país y además de plano le abra la puerta a sus fieles a establecer contactos, alianzas o pactos con los diversos grupos criminales que operan en todo el país, ya sea para obtener protección o hasta recursos para sus campañas.

 

Se equivoca Ricardo Anaya, dirigente del PAN, al decir que se trata de una propuesta demencial, claro que no, puede calificarse si se quiere de inmoral o criminal, pero en realidad es una provocación perfectamente calculada de parte del político tabasqueño para conseguir simpatías y construir alianzas con los grupos criminales que precisamente pretenden protección e impunidad de los políticos corruptos, como comentó Margarita Zavala.

 

La argumentación del jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, parece más acertada cuando indica que plantear una amnistía es “aceptar prácticamente un narco Estado”, ya que debería modificarse totalmente el marco legal para que el narcotráfico deje de ser un delito, algo que sin duda no le vendría mal a los capos del crimen organizado que han descompuesto la vida de millones de mexicanos al someterlos a la violencia del tráfico de drogas, la extorsión, el secuestro y la trata de personas.

 

No faltarán los opinadores acríticos que hasta le verán visos de una pretendida modernidad a la narcoamnistía de AMLO, pero por más que le quieran dar vueltas, no podrán ocultar que lo que López Obrador quiere son narcoaliados.