El domingo 10 de junio quedará como la muestra de un día representativo de la realidad nacional. Se registraron intensas movilizaciones, principalmente de jóvenes que se manifestaron en apoyo a #yosoy132, en rechazo a Peña Nieto y en memoria del halconazo de 1971. En la noche, se dio un debate anticlimático. Los candidatos se centraron en el México de las estadísticas cómodas y omitieron la parte estructural del malestar social.

 

Peña juega al hombre de estado, moderado y conservador. López Obrador retoma su postura sobria. Josefina, prioriza la crítica sobre la propuesta y busca, tardíamente a las mujeres. Quadri trató de mantenerse como ciudadano, pero perdió la espontaneidad.

 

Para ninguno de los cuatro, los monopolios, la impunidad, la economía informal, la guerra y su violencia, o las víctimas forman parte de las discusiones sobre “política y gobierno”, “México ante el mundo” o “desarrollo social y sustentable”. En el México que nos venden, todo se resuelve, a la vieja usanza: con Oportunidades, becas, viviendas y estabilidad macroeconómica. No salen de los lugares comunes. Atienden las inquietudes inmediatas del votante como el recibo de luz, y omiten tramposamente los dolores o retos colectivos. Observan los dolores de cabeza y omiten mencionar el cáncer. Obedecen a los dictados de sus encuestas, buscan el acercamiento con el individuo pero marcan distancia con una sociedad que, en la calle, refleja mucha inconformidad.

 

Será por formato o por miedo, pero los candidatos no responden a las alarmas  colectivas. Ha crecido la no respuesta en las encuestas, esto no puede interpretarse a favor de ningún candidato, es un síntoma de desconfianza sólo presenciado en 1988 y 2000. Se intensifican las exigencias estudiantiles. El #yosoy132 no representa a todos pero ha contagiado a muchos y transformado el ánimo de la elección. Ha generado algunos cambios en la intención de voto, pero sobre todo manifiesta nuevas exigencias, y reflejo de un agotamiento social del sistema político. Sin embargo, la respuesta de los candidatos se limita a apelar al votante indeciso a votar por él.

 

Los resultados que parecían una fatalidad, ya no lo son. La probabilidad de que Peña Nieto gane sigue siendo elevada, pero las condiciones del posible triunfo cambiaron radicalmente. A partir de las marchas, se abrió un renovado interés de la sociedad por la elección. El debate tuvo 22.6 puntos de rating (el más alto de la historia democrática) y las plazas públicas, principalmente en el DF, se llenaron de gente para verlo.

 

El puntero tiene un equipo con altísima capacidad de respuesta. Adaptó su discurso e incluyó temas atípicos del PRI como rendición de cuentas, tolerancia y diálogo. Sin embargo, talento y maquinaria, juntos, les produce soberbia, y los lleva a desestimar a los ciudadanos. El riesgo es que, a los genios del gatopardismo, posibles ganadores de la contienda, les cuesta entender los cambios sociales. Piensan que discursos y prebendas son suficientes para acallarlos. Asumen que todo movimiento tiene un líder cooptable en vez de aprender a sortear y dialogar.

 

Su viejo juego político aumenta la presión. El riesgo no solo es para los priistas. Los cambios sociales son impredecibles y el sistema político mexicano es poco apto para atenderlo. Responden tratando de cooptar o controlar antes que encausar. Les cuesta entender que la salida se da por la vía inclusión, que empieza se con el diálogo y se encauza con la descentralización de derechos y responsabilidades y la rendición de cuentas.

 

@cullenaa | Fb: La caja de espejos