Hace algunas décadas, pocas profesiones eran más admiradas que la de ser un maestro de escuela. La figura del profesor -en especial la del docente enfocado a la educación primaria y secundaria- era un referente de autoridad y veneración.

 

Es algo que he atestiguado de manera directa: mi madre -hoy directora de un plantel- era maestra de quinto y sexto de primaria. En verdad inspira caminar con ella por las calles cercanas a la escuela pública en que dio clases y ver cómo se le acercan ex alumnos ya adultos para darle las gracias y presentarle a sus hijos.

 

Si bien subsiste cierta veneración a la docencia, tanto la figura del profesor como la de la escuela misma  se encuentran bajo fuego. En México, factores como la corrupción de los líderes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), la beligerancia de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y el rezago de las políticas públicas han acelerado el deterioro; sin embargo, la crisis es planetaria y obedece al avance inexorable de la tecnología.

 

De acuerdo con Neil Selwyn, profesor de temas educativos en la Monash University, la consolidación de internet como un vehículo para el autoaprendizaje y el acceso a la información ha generado una serie de cuestionamientos en torno a los modelos institucionalizados y formales de escolarización. ¿Qué tan adecuado es un modelo tradicional de educación cuando se puede acceder al conocimiento de manera libre y autónoma?  Internet ha suscitado un debate en dos frentes, uno moderado y otro radical.

 

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El moderado propone que es tiempo de materializar el concepto de las “Escuelas 2.0”, donde configuremos nuevos modelos de enseñanza conectados al aprendizaje y dominio de las tecnologías. El radical considera que es necesario desinstitucionalizar por completo a la enseñanza. Algunos de sus conceptos claves son “autodeterminación”, “auto-organización”, “autorregulación” y (en una vuelta de tuerca del “hazlo tú mismo”) la idea de “hagámoslo nosotros mismos”.

 

La idea de desaparecer la escuela y la figura del maestro (o redefinirlo como un mero orientador y no como un “mentor”) puede sonar como un escenario poco probable, por lo menos en el corto plazo. No necesariamente.

 

De hecho, varias empresas con programas de responsabilidad social orientados a la educación se preguntan si deberían enfocar la mayor parte de su ayuda en proyectos como “Hole in The Wall” (Agujero en la pared) y “School in the Cloud” (Escuela en la Nube), programas que giran en torno al concepto de “educación mínimamente invasiva”, en la que niños y jóvenes puedan acceder en cualquier momento a la tecnología digital y aprender a usar internet a su propio ritmo. La mitad de la población aún no cuenta con acceso web, de acuerdo, pero el acelerado crecimiento de dispositivos móviles bien podría cambiar eso en el corto plazo.

 

Selwyn estuvo en México la semana pasada para la presentación de “Cambio”, obra parte de la colección de textos “Open Mind” y editada por BBVA (el libro se puede bajar gratuitamente en este enlace). En una charla previa al evento, Selwyn se mostró escéptico de que las escuelas físicas fueran a desaparecer algún día. Las escuelas privadas, sobre todo,  enfrentarán la crisis mejor que las públicas, aunque no necesariamente por las razones correctas.

 

Afrontémoslo, los motivos por los que los padres ingresan a sus hijos a una institución particular tienden a  relacionarse más con el networking que con la obtención de una educación de calidad. Es decir, el hecho de que su hijo se relacione con gente de recursos y “éxito” importa más que la instrucción que reciba. Las relaciones son el activo valioso; la instrucción, no tanto. Este capital de interacción social simplemente no se encuentra en el mundo online.

 

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